DEVOCIONAL: La presencia de Dios | Jueces 13:21 | Christopher Shaw
“Manoa supo entonces que era el ángel de Jehová, pues no se les volvió a aparecer ni a él ni a su mujer. Y dijo Manoa a su mujer: Ciertamente moriremos, porque hemos visto a Dios.” Jueces 13:21
No deja de asombrarme la enorme diferencia que existe entre la respuesta a las manifestaciones divinas que encontramos en la Palabra, y las supuestas manifestaciones que nosotros experimentamos en nuestras reuniones semanales. La respuesta de Manoa, en el texto de hoy, es típica del personaje bíblico, especialmente en el Antiguo Testamento. Luego de que Dios luchó con Jacob durante toda una noche, el patriarca exclamó, asombrado: «Vi a Dios cara a cara, y fue librada mi alma» (Gn 32.30). De igual manera, cuando Gedeón entendió que había sido visitado por el ángel de Jehová, dijo: «Ah, Señor Jehová, he visto al ángel de Jehová cara a cara. Pero Jehová le dijo: La paz sea contigo. No tengas temor, no morirás» (Jue 6.22). Así también ocurrió con el apóstol Juan, en Apocalipsis. Cuando contempló al Señor, cayó como muerto a sus pies (1.17).
Estos no son más que algunos de los muchos ejemplos que encontramos en la Palabra de personas que tuvieron un encuentro dramático con la persona de Dios. En todos los casos, sin excepción, vemos que el terror se apoderó de ellos.
En nuestro medio prácticamente no pasa una reunión en la cual no pidamos a Dios que se manifieste, que descienda fuego del cielo o que caiga sobre nosotros el Espíritu Santo. En aquellos encuentros de alabanza donde la combinación de música y canciones es del gusto particular del que dirige, este proclama que se «siente» la presencia de Dios, o que el Señor está en medio de nosotros. No obstante, no debemos olvidar que las visitaciones del Altísimo en la Palabra siempre fueron recibidas con profundo espanto por aquellos que estaban presentes.
¿Qué es lo que nos distingue a nosotros, para que nuestra experiencia de la presencia de Dios sea tan gratificante y placentera? Creo que podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que lo que nosotros llamamos «presencia» de Dios no es más que una serie de sensaciones agradables en un momento de ejercicio espiritual. El hecho de que nosotros cataloguemos de espiritual una particular experiencia en nuestras vidas no indica para nada que dicha vivencia tenga matices sobrenaturales.
Las manifestaciones sobrenaturales en la Palabra tienen un carácter enteramente diferente a las nuestras.
Observamos en la Biblia que, casi sin excepción, las personas que fueron visitadas no estaban buscando una visitación por parte de Dios. Aquellos que recibieron semejante manifestación fueron profundamente conscientes, en ese momento, de su absoluta pequeñez frente a la persona de Dios. No fue una experiencia placentera sino, más bien, un encuentro traumático.
Para pensar:
¿No será apropiado, entonces, revestirnos de cierta cautela a la hora de acercarnos a Dios? ¿Quién de nosotros realmente entiende su mover? ¿De dónde surgen estos expertos que declaran con tanta confianza que Su «presencia» está en medio de nosotros? Tanta «familiaridad» con la persona de Dios siempre me deja con cierta sensación de vergüenza. ¡En cuanto a mí, prefiero que no sea tan obvia mi ignorancia!
Shaw, C. (2005). Alza tus ojos.