DEVOCIONAL: Pero… | Jonás 1:3 | Christopher Shaw
"Pero Jonás se levantó para huir de la presencia de Jehová a Tarsis, y descendió a Jope, donde encontró una nave que partía para Tarsis; pagó su pasaje, y se embarcó para irse con ellos a Tarsis, lejos de la presencia de Jehová." Jonás 1:3
Desde la comodidad de nuestro sillón favorito resulta fácil leer la respuesta de Jonás y ponerse en el papel de juez, condenando la falta de fe del profeta. Debemos, sin embargo, entender la naturaleza de la tarea a la cual había sido llamado. Los asirios no eran vecinos pacíficos de los israelitas. Era una nación ferozmente guerrera que había conquistado a nación tras nación. Su extrema crueldad con los prisioneros era notoria en toda la región. De manera que cuando Dios le propone a Jonás ir a proclamar juicio contra este pueblo no le pareció, al joven profeta, una asignatura atractiva en lo más mínimo.
A pesar de esto, es inevitable sentir un poco de tristeza cuando vemos esa pequeña palabrita con la cual comienza el versículo de hoy: «pero». Nos choca, porque habla de un hombre que deliberadamente hizo lo opuesto de lo que se le había mandado. Es una palabra que encierra una actitud de rebeldía; nos hace pensar en discusiones y argumentos. Nos duele porque hace eco con la multitud de «peros» que han sido parte de nuestro propio peregrinaje espiritual.
¿Se puso a meditar en las veces que aparece esa palabra en historias del pueblo de Dios?
El Señor le había mandado a Saúl no perdonar a Agag, rey de los amalecitas. «PERO, Saúl y el pueblo perdonaron a Agag, y a lo mejor de las ovejas» (1 S 15.9). Dios había mandado a los israelitas a que no se unieran en matrimonio con mujeres de otras naciones. «PERO el rey Salomón amó, además de la hija del faraón, a muchas mujeres extranjeras, de Moab, de Amón, de Edom, de Sidón, y heteas» (1 Re 11.1). El Señor había instruido a Israel que no oprimiera a la viuda, al huérfano, al extranjero, ni al pobre. «PERO no quisieron escuchar, sino que volvieron la espalda y se taparon los oídos para no oir» (Zac 7.11). Jesús mandó al leproso que no dijera nada a nadie. «PERO, al salir, comenzó a publicar y a divulgar mucho el hecho» (Mr 1.45). En cada uno de estos ejemplos, y muchos otros que podríamos mencionar, se hizo exactamente lo que Dios había dicho que no se hiciera.
Aplicación:
- En el devocional de ayer hablaba de cómo la Palabra de Dios incomoda, porque siempre nos desafía a cosas que no son fáciles.
- Necesitamos saber que cada vez que el Señor nos encomienda algo va a incomodarnos.
- Esto es una constante, y es precisamente esta incomodidad la que moviliza en nosotros la tendencia a interponer nuestros «peros», esa multitud de razones por las cuales nos parece que esta palabra puntual que Dios trae a nuestras vidas no es para nosotros.
¿Se anima a hacer esta oración? «Señor, mis “peros” hablan de la semilla de rebeldía que hay en mi corazón. Es la manifestación de la carne, que se opone al espíritu. Quiero comprometerme a sujetar todo razonamiento altivo y toda desobediencia al señorío de Cristo. Que mis “peros” sean transformados en “sí, Señor, así lo haré!” Amén».
Shaw, C. (2005). Alza tus ojos.