DEVOCIONAL: La «lógica» del fracaso | Marcos 14:50 | Christopher Shaw

 "Entonces todos los discípulos, dejándolo, huyeron. " Marcos 14:50

La tarea de formar líderes es compleja. Demanda de aquella persona que está llevando adelante el proceso, un compromiso y una perseverancia poco comunes. La formación no se puede ajustar a un programa inflexible porque se está invirtiendo en la vida de personas que son diferentes entre sí. Cada uno trae su trasfondo particular, con su perspectiva personal acerca de la vida y del ministerio. Cada uno es producto de su propia cultura, influenciado por su familia, amigos, y experiencias. El formador debe estar dispuesto a cambiar y adaptar el proceso a las necesidades individuales de cada discípulo que le ha sido confiado.

Frente a semejante desafío, naturalmente, buscamos inspiración en la figura de Jesús. Si alguna vez existió un hombre que entendía cabalmente el proceso necesario para convertir a sus hombres en discípulos fieles, Cristo es esa persona. Supo aprovechar a la perfección cada una de las oportunidades que se le presentaron, llevando a sus discípulos poco a poco hacia un mayor contacto con la verdad y la realidad del reino. ¡Que tremendo privilegio tuvo este grupo de escogidos, de caminar día tras día con el mismo Hijo de Dios! Pudieron observar de cerca su ministerio, su vida de comunión con Dios, sus hábitos personales, su amor y compasión por las personas a quienes ministraba. 

Cómo no ser influenciados si este era, sin duda, el más completo «programa» de formación al cuál jamás hayan tenido acceso los hijos de Dios. ¡Qué tremendo «producto» podemos esperar de semejante modelo!

No obstante, en la primera gran prueba a la que fueron sometidos los discípulos, todos -absolutamente todos- fracasaron. ¿Para qué sirvieron el esfuerzo y la dedicación, cuando los resultados iban a desilusionar tan profundamente? Si Jesús, que se dedicó con tanta pasión a formar a los doce, obtuvo estos resultados, ¿qué podemos esperar nosotros?

Existen dos claras lecciones en esta situación. En primer lugar, no hay proceso alguno que garantice el resultado cuando de personas se trata. Las garantías se pueden dar cuando estamos trabajando con material inanimado, que se somete a todo lo que le hacemos. Pero cada individuo tiene su personalidad y sus procesos internos propios, y no existe programa alguno que asegure un «producto» determinado. Es el riesgo que todo formador debe asumir cuando invierte en otros.

En segundo lugar, el fracaso en el reino no se mide por situaciones puntuales. Un incidente en la vida de una persona la puede marcar profundamente. Pero nuestro Padre celestial pesa la vida completa de una persona, y mide los resultados mirando la totalidad de su peregrinaje terrenal. 

Aplicaciones: 
  • La escena de hoy sólo representa un revés en un camino lleno de logros y victorias.

Para pensar:

La inversión que Cristo hizo era buena, y sus frutos se verían a lo largo de la vida de los once, que se sobrepusieron a esta amarga experiencia para retomar su andar con el Señor. Se convirtieron, con el tiempo, -cada uno de ellos- en ministros fieles del reino. ¡El trabajo del Maestro no fue en vano!

Shaw, C. (2005). Alza tus ojos.  

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