DEVOCIONAL: El camino de la humillación | 2 Crónicas 33:12–13 | Christopher Shaw
Luego de la desaparición de Israel (las diez tribus del norte), devorado por la insaciable política expansionista de los asirios, Manasés asumió el trono en Judá. Le sucedía a Ezequías, el rey de las reformas. Su reinado se extendió durante cuarenta interminables años. El comentarista de la crónica bíblica nos dice de Manasés que «hizo lo malo ante los ojos de Jehová, conforme a las abominaciones de las naciones que Jehová había echado de delante de los hijos de Israel» (2 Cr 33.2). Es decir, incorporó a Judá todas las detestables prácticas de los cananeos, llegando aun a instalar ídolos dentro del mismo templo de Salomón. Se cree también que el profeta Isaías fue muerto durante este tiempo, como resultado de la fuerte persecución contra todos los que se mantenían fieles a Jehová.
Dios lo juzgó y Manasés fue tomado prisionero y llevado cautivo a Nínive. Era costumbre de los asirios conducir a los reyes capturados mediante un gancho que pasaba por su nariz o labios. Luego eran puestos a trabajar como esclavos en condiciones de extrema crueldad. Fue durante este período que Manasés elevó a Jehová el clamor que describe el pasaje de hoy. Angustiado y humillado, le pidió perdón al Dios de sus padres y clamó que lo librara de su tormento.
El Señor le oyó y fue devuelto a Jerusalén y restaurado a su trono. Manasés, profundamente arrepentido, implementó una serie de reformas por las cuales quitó todos los ídolos y lugares de sacrificio que había establecido anteriormente.
- Su trato puede ser duro y doloroso, mas el fruto es un conocimiento veraz y acertado de su persona. Ese conocimiento no tiene precio, aunque se lo haya obtenido por medio del dolor, las lágrimas y la angustia.
«La alternativa a la disciplina es el desastre». V. Havner.
Shaw, C. (2005). Alza tus ojos.