DEVOCIONAL: Sembrar con lágrimas | Salmo 126:5–6 | Christopher Shaw
El conocido autor A. W. Tozer observa, en uno de sus libros: «La Biblia fue escrita con lágrimas y es al que derrama lágrimas que revelará sus mejores tesoros». De esta manera, Tozer identificaba un importante principio acerca del mundo de las cosas espirituales, y es que las lágrimas siempre han sido parte de la experiencia de aquellos que han conocido las más profundas intimidades de Dios. Probablemente la mayoría de nosotros no entendemos muy bien porqué esto es así y, quizás, ni siquiera haga falta entenderlo. Nos basta con aceptar que este es un componente ineludible de la vida espiritual.
Si recorremos las páginas de la Palabra, rápidamente veremos que un sin fin de héroes de la fe eran también personas acostumbradas al quebranto. Job lloró amargamente delante de Jehová por la angustia de su aflicción (16.20). José no pudo contener las lágrimas cuando volvió a encontrarse con sus hermanos (Gn 43.30). Ana, la madre de Samuel, lloraba desconsolada por su esterilidad (1 Sa 1.7). Cuando David se encontró con la ciudad destrozada por los amalecitas, lloró hasta que no le quedaron fuerzas (1 Sa 30.4).
En los salmos el mismo David confiesa que las lágrimas frecuentemente fueron su pan de día y de noche (42.3). Elías huyó al desierto, tan angustiado que deseó la muerte (2 Re 17) El rey Ezequías lloró con gran angustia cuando le anunciaron su muerte, y fue oído por sus lágrimas (Is 38.5) A Jeremías frecuentemente se lo ha identificado como el profeta de las lágrimas (Jer 13.17). Jesús lloró en varias ocasiones. La Palabra testifica que también fue oído por sus lágrimas (Heb 5.7). Pablo sirvió al Señor con humildad y con muchas lágrimas y pruebas (Hch 20.19)..
- Sea cual sea la razón de las lágrimas, para aquellos que andan en el Señor, son la puerta hacia cosas más profundas y espirituales.
«Mantener la mano en el arado, mientras nos secamos las lágrimas, este es nuestro llamado». Watchman Nee.
Shaw, C. (2005). Alza tus ojos.