TEOLOGÍA I: EL DIOS DE AMOR | JAMES LEO GARRET

EL DIOS DE AMOR

Habiendo examinado tanto la santidad de Dios y los atributos que se agrupan en su entorno tales como la justicia, atributo “puente”, a continuación dirigiremos nuestra atención a otro atributo central: el amor de Dios. Se ha dicho que el amor de Dios es el más comunicable de todos los atributos comunicables de Dios. Algunos autores han insistido que el amor no es un atributo de Dios: puesto que ya que existe una enseñanza bíblica según la cual “Dios es amor” (1 Jn 4:8b), el amor debe ser interpretado como la naturaleza misma de Dios. Sin embargo, no es recomendable basar una importante distinción teológica solamente en la diferencia entre el uso de un sustantivo (“Dios es amor”) y de diversos adjetivos (“Dios es santo”, “Dios es justo”, “Dios es compasivo”).

EL ANTIGUO TESTAMENTO

Algunos autores parecen suponer que la doctrina del amor de Dios está ausente del Antiguo Testamento, pero la evidencia en contra de tal suposición debería ser suficiente como para convencer a cualquier estudiante serio de las escrituras veterotestamentarias.

A. PRINCIPALES TERMINOS USADOS PARA ARTICULAR EL AMOR DIVINO

1. El verbo ‘ahab y el substantivo ‘ahabah

a. Esta familia semántica reúne el grupo más extenso de términos relativos al amor en el Antiguo Testamento. Se “usaba para cualquier, y para toda, clase de amor”, tanto el “secular” como el “religioso”. La idea básica de la raíz verbal, que también se encuentra en otras lenguas semíticas, parece haber sido “quemar, encender o prender fuego”. Entre los usos seculares en el Antiguo Testamento algunos pocos apuntan a “cosas inanimadas” tales como la comida, el sueño y la sabiduría, pero la mayoría de los usos son de carácter personal. Estos usos personales generalmente denotan la actitud de alguien en posición de superioridad hacia alguien en posición de inferioridad; en los pocos casos en que se aplica a la actitud de un subordinado hacia un superior, se trata de “un amor humilde, obediente”. Entre las aplicaciones religiosas de esta familia semántica, incluyendo tanto los verbos como los sustantivos, 27 menciones se refieren al amor de Dios hacia los seres humanos y 24 al amor de las personas hacia Dios.

b. Según Norman Snaith, cuando se utilizaba con relación a Dios, ‘ahabah significaba el “amor que lleva a la elección” o “un amor soberano incondicional”. La elección de Israel se debía, por lo tanto, a la ‘ahabah de Yavé, no a un mérito o valor inherente de los israelitas. “No porque vosotros seáis más numerosos que todos los pueblos, Jehovah os ha querido y os ha escogido (Deut. 7:7). Más bien, “por cuanto él amó a tus padres y escogió a sus descendientes después de ellos, te sacó de Egipto…” (Deut. 4:37; ver también Deut. 10:15). Como consecuencia del amor de Yavé, la maldición de Balaam se convirtió en bendición (Deut. 23:5). “Cuando Israel era muchacho, yo lo amé; y de Egipto llamé a mi hijo” (Ose. 11:1). El amor del pacto fue expresado en la alegoría de Ezequiel acerca de Jerusalén, la esposa infiel (16:8). El significado del amor que lleva a la elección se puede ver también en el contraste entre ‘ahab (“amar”) y sane’ (“odiar”), como por ejemplo en la frase “amé a Jacob y aborrecí a Esaú” (Mal. 1:3). Ante la imputación de que el amor de Yavé que lleva a la elección es “irracional”, Snaith argumentó que tal término no presupone una “irracionalidad” sino que “el hombre no puede encontrar una explicación”. Al brindar el amor que lleva a la elección, Yavé proveyó un “superávit” más allá de su “amor general por la humanidad”.4

2. El sustantivo hesed

a. Esta palabra se deriva de una raíz semítica que probablemente signifique “entusiasmo”, “fervor” o “deseo ardiente”. Su etimología se ve complicada por el hecho de que unas pocas veces en el Antiguo Testamento quiere decir “vergüenza, reproche, deshonra”. En la mayoría de las antiguas versiones inglesas del Antiguo Testamento, empezando con la de Miles Coverdale (1488–1568), hesed se traducía como “misericordia” o “infinita bondad”. Esto probablemente se debía al hecho de que la Septuaginta traduce el vocablo con la palabra griega eleos, que significa “compasión” o “misericordia”. No obstante, los estudiosos contemporáneos del Antiguo Testamento suelen sostener que el significado correcto de este sustantivo hebreo, cuando se aplica a Dios, es “amor del pacto”, “amor leal”, “fidelidad”, “amor constante”.

b. En el Antiguo Testamento, hesed tuvo lo que Snaith llamó un “doble desarrollo”. Cuando se aplicaba a Dios, el término tenía las connotaciones descritas en el punto anterior. Sin embargo, cuando se usaba para describir a los seres humanos, el término llegó a querer decir “piedad” o “santidad”, tal como lo indica el nombre de la posterior secta judía de los hasideos (del hebreo hasidim, “los piadosos”). Este “doble desarrollo” fue posible porque hesed originalmente denotaba “la actitud de lealtad y fidelidad mutuas que deben observar ambos firmantes de un pacto”. El hecho de que Yavé esperaba que el pueblo del pacto tuviera hesed hacia él se manifiesta claramente por medio de los profetas. Oseas lamentó la ausencia de hesed en la tierra (4:1); el hesed del pueblo era como la niebla matutina que se va desvaneciendo (6:4), a pesar de que Yavé deseaba “hesed y no sacrificios” (6:6). Para Miqueas, la verdadera religión incluía el amor por el hesed (6:8). El adjetivo hasid se usó en los Salmos y en los escritos postexílicos para denotar a los piadosos, devotos o fieles. El hesed del pueblo debía ser el conocimiento de Yavé que tiene como consecuencia la lealtad en el culto y la fidelidad en el cumplimiento del deber.

c. Cuando se aplicaba a Yavé, hesed significaba su resuelta fidelidad al pacto. Era lo que sustentaba el pacto, lo opuesto a la infidelidad de Israel/Judá. “‘Ahaba es la razón de ser del pacto; hesed es el medio por el cual se mantiene. Así, ‘ahabah es el amor de Dios que se manifiesta en la elección, mientras que hesed es su amor manifestado en el pacto.” Este es el sentido en que se usa hesed en Exodo, Oseas, Miqueas, Jeremías y Salmos. El Dios del Decálogo, hacedor de pactos, muestra su hesed a mil generaciones de los que lo aman y guardan sus mandamientos (Exo. 20:6). Las bodas de Yavé con Israel habían de ser “en hesed” (Ose. 2:19), de la misma manera en que le había manifestado su hesed a Abraham (Miq. 7:20). El hesed de Yavé “es para siempre” (Jer. 33:11b; Sal. 100:5), por “todos los días de la vida” (Sal. 23:6a).

B. IDEAS O ANALOGIAS RELACIONADAS CON EL AMOR DE DIOS

En nuestro estudio de los dos términos principales hemos establecido la íntima conexión entre el pacto de Yavé con Israel y su amor por Israel. Se aplicaba asimismo la analogía del matrimonio al amor divino. Oseas describió a Israel como la “esposa infiel” de Yavé; Yavé le ordenó que amara a su mujer infiel Gomer así como él mismo amaba a su pueblo infiel Israel (3:1–3). De manera similar, Jeremías describió a Judá como una “mujer que traiciona a su compañero” (Jer. 3:20a). Por otra parte, el hesed de Dios se vinculaba con la relación padre-hijo. La promesa divina a David era que su hijo Salomón tendría una relación filial con Yavé:

Cuando haga mal, yo le corregiré con vara de hombres y con azotes de hijos de hombre. Pero no quitaré de él mi misericordia [hesed], como la quité de Saúl… (2 Sam. 7:14b, 15b).

C. EL ALCANCE DEL AMOR DIVINO

Los textos que tocan sobre el amor divino no niegan específicamente que el amor de Dios se haya dirigido también a los no israelitas y no judíos, pero las implicaciones del amor reflejado en la elección y en el pacto limitaban el amor de Yavé claramente al pueblo del pacto. Por otra parte, los principales textos veterotestamentarios de alcance universal no utilizan los dos términos estudiados (ahab y hesed).

EL NUEVO TESTAMENTO

A. PRINCIPALES TERMINOS REFERIDOS AL AMOR DIVINO

El Nuevo Testamento utiliza dos verbos para describir el amor divino, agapao y fileo, pero solamente un sustantivo, agápe. El verbo fileo, que expresa el amor característico de la amistad, se emplea unas pocas veces en el Evangelio de Juan. Se refiere al amor de Dios Padre por el Hijo de Dios (5:20a), al amor del Padre por los discípulos de Jesús (16:27a), al amor de Jesús por Lázaro (11:3, 36) y al amor de Jesús por el apóstol Juan (20:2). No se presentan menciones de los substantivos filia y eros en el Nuevo Testamento.

El uso neotestamentario de agapao y agápe para expresar el amor divino y los matices que conllevan en contraposición a fileo no pueden ser determinados por una investigación estrictamente filológica, sino que deben explicarse por medio de estudios exegéticos y doctrinales. Los exégetas y teólogos no se han puesto de acuerdo acerca de la relación entre estas dos palabras. William Evans consideraba que agapao era “el amor más sublime y perfecto” y que fileo era el amor “natural” y sentimental, especialmente en Juan 21:15–19, pero James Moffatt (1870–1944) se pronunció en contra de distinciones “forzadas y fantásticas” entre estos términos, puesto que habían sido sinónimos en el griego clásico. Ethelbert Stauffer (1902–) pensaba que agapao y agápe habían adquirido un “nuevo” significado por ser las traducciones predilectas de los vocablos hebreos ‘ahab y ‘ahabah en la Septuaginta. Gustav Stahlin (1900–) escribió acerca del uso restringido de fileo en el Nuevo Testamento.Anders Nygren fue aun más específico en su identificación y explicación del significado de agapao-agápe. Nygren, tal como subraya Philip S. Watson, enseñó que el amor (agápe) de Dios “es totalmente independiente de todo estímulo y toda motivación externa”, “no se enciende por el atractivo ni se apaga por la falta de atractivo de su objeto” y “se opone a cualquier forma de egoísmo”. Según Nygren, el amor agápe es “espontáneo e ‘inmotivado’ “, “ ‘indiferente a la valoración’ ”, “creativo” y “el iniciador del compañerismo con Dios”.

B. EL SIGNIFICADO DEL AMOR DIVINO

La enseñanza acerca del amor divino en el Nuevo Testamento se encuentra principalmente en el Evangelio y la Primera Epístola de Juan y en las epístolas paulinas.

1. El amor divino en el Nuevo Testamento incluye el amor que pertenece a Dios Padre y es expresado por él. Se afirma repetidamente que el Padre ama al Hijo de Dios (Juan 3:35; 10:17; 15:9; 17:24, 26). El Padre también ama a la hu-manidad, y ese amor se expresa en que entregó a su Hijo a la muerte (Juan 3:16; Rom. 5:8; 1 Jn. 4:10). Históricamente, ese amor paternal ha sido un amor que opta por alguien, como en el caso de Jacob (Rom. 9:13), y ahora es el amor del Padre por los discípulos de Jesús (Juan 14:21, 23; 2 Tes. 2:16). El amor del Pa-dre se dirige tanto hacia el Hijo de Dios como hacia el “mundo” (Juan 17:23c). Su amor se expresa asimismo cuando los creyentes llegan a ser sus hijos (1 Jn. 3:1) y en la disciplina que Dios aplica a sus hijos (Heb. 12:6).

2. El amor divino en el Nuevo Testamento abarca el amor que pertenece al Hijo de Dios y es expresado por él. El Hijo ama a su Padre (Juan 14:31) y su amor por la humanidad se manifiesta en su muerte de cruz (Gál. 2:20; Ef. 5:2; 1 Jn. 3:16). El amor de Jesús por sus discípulos es tanto un amor sin fin (Juan 13:1, 34) como un amor que nos impulsa (2 Cor. 5:14). No habrá una separación final de los creyentes del amor de Dios expresado en Jesucristo (Rom. 8:38, 39).

3. El Nuevo Testamento no describe específicamente el amor que pertenece al Espíritu Santo y es expresado por él. Sin embargo, se afirma que el amor de Dios ha sido derramado en los corazones de los creyentes por medio de la dádiva del Espíritu Santo (Rom. 5:5). En un sentido más general, la iniciativa de amar proviene de Dios (2 Cor. 13:14; 1 Jn. 4:7, 10) y la naturaleza misma de Dios es amor (1 Jn. 4:8).

En vista de todo lo que se ha dicho acerca del amor divino y a la luz del comentario precedente acerca del amor como el más comunicable de los atributos comunicables de Dios, es correcto concluir que el amor de Dios es tanto un atributo divino como una dádiva divina para los seres humanos.

INTERPRETACION TEOLOGICA

A. EL AMOR DIVINO Y LAS RELIGIONES NO CRISTIANAS

La doctrina bíblica del amor agape de Dios es única entre todas las religiones y filosofías mundiales. Ni Zeus (Júpiter), ni Brama, ni Ahuramazda, ni Visnú, ni Alá pueden describirse como un Dios que se entrega en amor. Para Platón, el Bien (la divinidad) no amaba.
La “analogía más cercana al amor cristiano” se encuentra en el hinduismo bhakti, que se originó en los siglos XI y XII después de Cristo. En sus manifestaciones más nobles es posible encontrar en la religión bhakti “alguna aproximación a una síntesis del amor divino por el hombre, el amor que el hombre le retribuye a Dios, y el amor del hombre por su prójimo que es de alguna manera un resultado de aquellos dos amores”. Pero el bhakti supone que existen “encarnaciones sucesivas” de avatares, y su monoteísmo se ve comprometido por un politeísmo subordinado.

B. EL AMOR DIVINO Y LA TRINIDAD

El amor agape de Dios es un componente básico de las relaciones intratrinitarias entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Agustín de Hipona enseñó que especialmente el Espíritu Santo ha de denominarse “amor”, pues es la “comunión” que funciona como conducto para el amor entre el Padre y el Hijo. Claude Welch (1922–) ha escrito acerca de “una comunión o un sentido de comunidad eterna entre el Padre, Hijo y Espíritu Santo”. “El amor del Padre y del Hijo es… una procesión interna del amor que se brinda a sí mismo; constituye el fundamento del amor agape externo de Dios y por lo tanto de la creación y la redención.”

C. EL AMOR DIVINO Y EL ENFOQUE ANTROPOCENTRICO

Anders Nygren desarrolló la hipótesis de que agápe en su sentido neotestamentario y eros, tal como utilizaron las palabras Platón y otros griegos, se diferenciaban y oponían fundamentalmente. A la vez, durante el período patrístico temprano, ambas habrían estado trabadas en una triple competencia con el nomos, o ley. Con el tiempo los tres conceptos llegaron a encarnar una síntesis en la idea agustiniana del amor adquisitivo. La síntesis de Agustín abarcaba la caritas, o amor ascendente de Dios y de lo eterno, y la cupiditas, o amor descendente del mundo y de lo temporal. Según Nygren, los escritores medievales se basaron en la síntesis agustiniana; más tarde surgió con Martín Lutero un renacimiento de la idea del agápe. Una importante expresión del concepto medieval del amor fueron los cuatro “grados” o etapas de Bernardo de Clairvaux: el amor del ser humano a sí mismo motivado por su propio bien, el amor a Dios motivado por el bien propio, el amor a Dios motivado por el bien de Dios mismo, y el amor a sí mismo motivado por Dios.17 El enfoque antropocéntrico de Bernardo al amor constituye un marcado contraste al teocentrismo de la Primera Epístola de Juan.

D. EL AMOR ENTENDIDO COMO EL ATRIBUTO DOMINANTE

El amor como atributo divino ha sido elevado por Nels F. S. Ferré a un papel predominante y preponderante en la naturaleza de Dios. En el pensamiento de Ferré la santidad se subordina al amor. Es a partir de esta dominación del amor agape que este autor ha rechazado la idea del infierno eterno y postulado una salvación escatológica universal. Por otro lado, Hugh Ross Mackintosh buscó claramente una correlación entre la santidad y el amor. Con gran discernimiento afirmó que “afirmar sin recelos que en Dios son una misma cosa el amor y la santidad, a pesar de su antagonismo aparente, es algo tan necesario a toda verdadera teología como el afirmar que la divinidad y la humanidad se unen en Cristo”.19

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