EL MINISTRO COMO PREDICADOR | 1 Tesalonicenses 2:3 | David Burt

  

EL MINISTRO COMO PREDICADOR

1 TESALONICENSES 2:3

Pues nuestra exhortación no procede de error ni de impureza ni es con engaño; … 

MENSAJE, MOTIVACIÓN Y MÉTODO

Después de defender en términos generales el éxito de la visita de los misioneros a Tesalónica (vs. 1–2), Pablo procede a partir del versículo 3 a defenderlo en más detalle. En primer lugar (vs. 3–6a), defiende su ministerio de predicación, para después proceder a defender su ministerio pastoral (vs. 6b–9), su vida ejemplar (v. 10) y su ministerio de exhortación y enseñanza ética (vs. 11–12).

No es difícil distinguir, detrás de cada frase de esta defensa, las probables acusaciones de los enemigos del evangelio. En el caso de lo que decían acerca de la predicación de los misioneros, podemos deducir que estaban atacando tanto su mensaje como sus motivaciones y sus métodos:

—En cuanto al mensaje, decían que era erróneo.

—En cuanto a sus motivaciones, decían que eran impuras.

—En cuanto a sus métodos, decían que se caracterizaban por el engaño y la manipulación.

Ante estas acusaciones, Pablo se defiende negativamente en el versículo 3 y positivamente en el versículo siguiente1. Negativamente (v. 3) dice que:

—Su mensaje no procede de error.

—Sus motivaciones no son impuras.

—Sus métodos no emplean el engaño.

Positivamente afirma que:

—Su mensaje les ha sido confiado por Dios mismo; de ahí su completa veracidad, fiabilidad y autoridad.

—Sus motivaciones han sido probadas y aprobadas por Dios.

—Sus métodos son tales que buscan agradar a Dios y no a los hombres.


Sin duda, los enemigos querían asociar a los misioneros con los muchos predicadores y profetas ambulantes de aquel entonces, pseudo-filósofos, hechiceros, charlatanes y estafadores, muchos de los cuales ejercían su «vocación» motivados por claros intereses personales: afán de protagonismo, deseo de lucro, sensualidad carnal o prestigio social. ¡Eso, en contraste, por supuesto, con los líderes de la sinagoga, que enseñaban desinteresadamente la verdadera religión!

Es importante entender bien este trasfondo religioso cultural para poder entender también la urgencia y la licitud de la defensa de Pablo en estos versículos2. Como ya hemos dicho, no estaba en juego sólo la reputación personal de los misioneros, sino la solvencia y el prestigio del evangelio y la perseverancia y la salvación eterna de los creyentes tesalonicenses. Si los enemigos lograban identificar a los misioneros con la multitud de «sectas» que proliferaban en aquel momento y desasociarlos de la religión verdadera del Dios uno y único predicada en la sinagoga, lograrían también destruir la recién fundada iglesia de Tesalónica.

Y parecía que lo tenían relativamente fácil. Sin duda, muchos de los predicadores ambulantes traían consigo un aparato religioso impresionante. Deslumbraban por la magnificencia de su equipaje y la belleza de su montaje, por la elocuencia de su discurso y el poder de su demagogia, por el carisma de su personalidad y las lisonjas con las que se ganaban a la gente, o por las artimañas que utilizaban para aparentar tener poderes sobrenaturales (2 Tesalonicenses 2:9; cf. Mateo 24:24). En contraste con estos pseudo-apóstoles estaban Pablo, Silas y Timoteo. Habían llegado a Tesalónica sin abundantes recursos económicos y, por tanto, tenían necesidad de ganarse el pan trabajando duramente con sus propias manos. No se habían presentado con discursos elocuentes y su aspecto era pobre (1 Corintios 2:4). No deslumbraban a sus oyentes con espectaculares demostraciones del poder de su Dios. Esto podía haber creado confusión, aun en el ánimo de algunos que habían respondido positivamente ante su predicación. Un mensajero así, ¿puede realmente ser un apóstol del Dios verdadero?

¿Es posible que semejante predicador fuese portador de un mensaje divino …? ¿Qué clase de Dios y de Señor era éste que hacía andar a sus enviados de una forma tan miserable por el mundo, sin proveerles de las señales inequívocas del poder divino?3

Veamos, pues, cómo se defendió Pablo. Pero antes, no nos olvidemos de lo que hemos dicho acerca de la providencia divina que permitió que el apóstol se encontrara en ese apuro a fin de hacer que pusiera por escrito estas ideas para nuestra edificación. Y, concretamente, veamos en estos versículos un modelo, inspirado por el Espíritu Santo, por el cual podemos medir nuestros propios ministerios homiléticos y pastorales. Nuestras motivaciones en la predicación, nuestros métodos y nuestro mensaje, ¿pueden pasar ilesos por la criba de este texto? ¿Podemos decir, delante de Dios, lo mismo en torno a nuestro ministerio que Pablo puede decir acerca del suyo y del de sus compañeros de misión?

Felices aquellos líderes cristianos de hoy que aborrecen la hipocresía y aman la integridad, que no tienen nada que esconder o de lo cual avergonzarse, que gozan de una buena reputación por lo que son y que pueden invocar sin miedo como testigos a Dios y al público. Hoy en día escasea esta clase de transparencia y apertura4.

UNA EXHORTACIÓN SIN ERROR (v. 3a)

     La palabra traducida como exhortación (nuestra exhortación no procede de error) tiene una pluralidad de significados: súplica, ruego, apelación, exhortación, consejo, estímulo, bienestar …5 Su sentido exacto viene dado en cada caso por el contexto. Evidentemente, Pablo está hablando aquí del anuncio de las buenas nuevas en Tesalónica y la palabra casi es sinónima de predicación (cf. Hechos 13:15). El contenido del mensaje lo ha definido ya en el versículo 2: el evangelio de Dios. Ahora está hablando de este mismo mensaje, pero en términos de su presentación. La palabra exhortación, pues, se refiere a aquel discurso mediante el cual los misioneros «exhortaron», «suplicaron» o «rogaron encarecidamente» a los tesalonicenses a convertirse al Dios vivo.

La palabra traducida como
exhortación (nuestra exhortación no procede de error) tiene una pluralidad de significados: súplica, ruego, apelación, exhortación, consejo, estímulo, bienestar …5 Su sentido exacto viene dado en cada caso por el contexto. Evidentemente, Pablo está hablando aquí del anuncio de las buenas nuevas en Tesalónica y la palabra casi es sinónima de predicación (cf. Hechos 13:15). El contenido del mensaje lo ha definido ya en el versículo 2: el evangelio de Dios. Ahora está hablando de este mismo mensaje, pero en términos de su presentación. La palabra exhortación, pues, se refiere a aquel discurso mediante el cual los misioneros «exhortaron», «suplicaron» o «rogaron encarecidamente» a los tesalonicenses a convertirse al Dios vivo.

Esta [palabra] sugiere, entre otras cosas, el espíritu en el cual los misioneros proclamaron las buenas noticias. No se trataba de un mero repaso de verdades teológicas, sino del llamamiento urgente a recibir el mensaje predicado
6.


Ni el contenido del mensaje ni la manera de presentarlo —dice Pablo— fue con error. Esta palabra puede significar engaño7, pero en el Nuevo Testamento se refiere siempre a la falsedad. La diferencia entre estos dos matices estriba, por supuesto, en que mientras el engaño siempre sugiere una intención maliciosa en aquel que lo practica, el error puede producirse de una manera inconsciente. Uno puede «equivocarse sinceramente». De hecho, éste había sido el caso de Pablo antes de su conversión: su error fue grave —yo [era] antes blasfemo, perseguidor y agresor— y, sin embargo, no tenía intención engañosa: lo hice por ignorancia en mi incredulidad (
1 Timoteo 1:13). Pero ahora está libre no sólo de cualquier intención engañosa, sino de cualquier equivocación en el contenido de su mensaje. Cuando lleguemos al versículo 4, veremos las razones por las que se atreve a afirmar eso con total confianza y contundencia; pero las anticipamos diciendo que, puesto que el mensaje predicado por los misioneros no era una invención humana, sino que procedía de la boca de Dios, tenía que ser veraz y no podía ser falso.

MOTIVACIONES SIN IMPUREZA (v. 3b)

La palabra traducida como impureza (nuestra exhortación no procede de error ni de impureza) se presta a diferentes lecturas. Algunos comentaristas ven detrás de ella el hecho de que las motivaciones que los enemigos atribuían a los misioneros eran la codicia de dinero o ansia de honores8. Pero la mayoría optan por una de otras dos lecturas: o bien le dan un significado generalizado y suponen que se refiere a cualquier clase de motivación indigna en el ministerio cristiano; o bien afirman que se refiere explícitamente a la impureza sexual9.

Quizás esa última lectura nos parezca inverosímil. ¿Cómo pudieron los enemigos caer tan bajo como para llegar al extremo mezquino de acusar de inmoralidad al apóstol? Sin embargo, a este respecto necesitamos recordar el contexto social y bíblico de nuestro texto.

En cuanto al contexto social, debemos saber que, mientras hoy en día la religión se asocia más bien al ascetismo y a la represión de los instintos sexuales (¡y por este lado recibe muchos ataques!), en aquel entonces no era así. Si acaso, era al revés. En muchas de las religiones practicadas en Tesalónica había un fuerte ingrediente de sensualidad y desenfreno. Muchos templos casi eran prostíbulos en los que la inmoralidad sexual se justificaba mediante doctrinas religiosas y bajo el disfraz de ritos cultuales. Por ejemplo, se enseñaba que la unión con un dios determinado se efectuaba a través de la unión carnal con las doncellas o con los mancebos consagrados a él
10. Es de suponer que muchas personas seguían estas religiones y frecuentaban sus templos principalmente para desahogar sus apetitos sexuales. Igualmente, muchos de los maestros ambulantes practicaban una moral más que dudosa. Era, pues, un golpe ciertamente bajo, pero creíble en aquel entonces, acusar a Pablo de ser uno más de ellos y de practicar la impureza sexual. Sabemos, a través de los apologistas de los primeros siglos de la Iglesia, que los judíos acusaban habitualmente de inmoralidad sexual a los cristianos11. De hecho, gran parte de la apología de aquel entonces consistía en una refutación indignada y una defensa enérgica contra tales calumnias12.

En cuanto al contexto bíblico, debemos recordar que, si bien es cierto que la palabra impureza aparece a veces en el Nuevo Testamento en contextos «neutrales» en los que es difícil precisar el significado, allí donde el contexto es más determinante se suele hacer referencia a la inmoralidad sexual. Así, en Romanos 1:24, leemos: Dios los entregó a la impureza en la lujuria de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos; en 2 Corintios 12:21: Han pecado en el pasado y no se han arrepentido de la impureza, inmoralidad y sensualidad que han practicado; o en Gálatas 5:19: Las obras de la carne son evidentes, las cuales son: inmoralidad, impureza, sensualidad, …

Pero sin duda la referencia más significativa es la repetición de esta misma palabra en 1 Tesalonicenses 4:7, pues cae en un contexto en el que Pablo acaba de hablar largamente acerca de la inmoralidad sexual y brevemente (si acaso) acerca del fraude económico13. Por eso mismo, quizás hagamos bien en entender que los enemigos estaban acusando a Pablo de ser impuro en sus motivaciones en general e insinuaban en concreto que actuaba por intereses sensuales e inmorales.

Contra esas acusaciones, Pablo se defiende con contundencia: nuestra exhortación no procede … de impureza. Nunca predicamos el evangelio en Tesalónica motivados por ninguna causa indigna. Nuevamente, veremos el lado positivo de su defensa al llegar al versículo 4.

MÉTODOS SIN ENGAÑO (v. 3c)

La tercera acusación tiene que ver con los métodos utilizados por los misioneros en su evangelización. Según los enemigos, había empleado la decepción y la manipulación para ganar adeptos. En su origen, la palabra traducida como engaño procedía del mundo de la pesca y se refería al cebo colocado en un anzuelo. Sin duda, los predicadores ambulantes constituían esta clase de «pescadores» y utilizaban toda clase de trucos y duplicidades. Pero no así los misioneros. No tenían interés alguno en engañar a sus oyentes, sino en proclamar la verdad de Dios con toda sencillez, sin esconder nada, sin falsificar nada y sin añadir nada al mensaje revelado14.

Ante los corintios, Pablo se defenderá con mayor amplitud ante las mismas acusaciones:

Hemos renunciado a lo oculto y vergonzoso, no andando con astucia, ni adulterando la palabra de Dios, sino que, mediante la manifestación de la verdad, nos recomendamos a la conciencia de todo hombre en la presencia de Dios (2 Corintios 4:2).

En el versículo 4 explicará por qué sabe que sus métodos en Tesalónica fueron abiertos, transparentes y sin engaño alguno.

CONCLUSIONES

Ahora nos compete a nosotros hacernos un chequeo espiritual y ver si podemos afirmar en torno a nuestro ministerio lo mismo que Pablo pudo reclamar para el suyo. ¿Está nuestro mensaje libre de error? ¿Están nuestras motivaciones libres de impureza? ¿Son nuestros métodos sin engaño?

Hace poco estuve presente en el culto dominical de cierta iglesia. En el tiempo de «alabanza», se cantó una de aquellas penosas cancioncillas que, en el mundo evangélico actual, hacen las veces de los robustos himnos de antaño. Ahora es tiempo de alabar a Dios —cantábamos—; concéntrate en él; empieza a cantar; y su presencia con poder descenderá. ¿Ah, sí? ¿Desde cuándo? ¿Acaso hay alguna promesa divina que refrende tal aseveración? Que yo sepa, no. ¿Debemos concentrar nuestra atención en Dios con el fin de conocer la experiencia emocionante de un descenso «de su presencia con poder», sea aquélla lo que fuere? ¿Acaso no vale la pena concentrarnos en él por lo que él es? ¿Y debemos cantarle para conseguir sus bendiciones? Si es así, a lo mejor podríamos dar clases a los profetas de Baal (1 Reyes 18:26–29). Por lo que yo pude detectar al contemplar a la congregación, hacía años que la presencia de Dios no se notaba con poder entre ellos. Así pues, las promesas de la canción no tenían fundamento ni en las Escrituras ni tampoco en la experiencia de los presentes. ¿Pero qué más daba? Obviamente, no prestaban atención a la letra, sino que cantaban llevados por la música pegadiza. Y era igualmente obvio que, si aquella canción se canta ahora en todas partes, tiene que ser plenamente bíblica y evangélica por definición, ¿verdad?

¿Cómo es que aquella gente, buenos evangélicos y hermanos fieles, cantaban lo que a todas luces no era cierto? ¿Porque les sonaba bien y espiritual? Supongo que hay muchas razones de fondo. Muchas congregaciones de hoy dan la impresión de no tener dos dedos de frente, de dejar atrás sus facultades mentales al pasar por la puerta de la capilla. Lo digo en serio y sin ánimo de ofender. El énfasis de nuestros «cultos» es tan egocéntrico y tan poco teocéntrico (y esto lo afirmo aun cuando se nos exhorta constantemente a «concentrarnos en él», «venir a este lugar juntos en su presencia a adorar» y frases similares), con tanta obsesión por las emociones y por las experiencias y tan poca por el conocimiento de Dios y de su voluntad en las Escrituras, que apenas hay puntos de referencia por los cuales la gente puede reconocer la verdad y el error. Como consecuencia, el espíritu de la Nueva Era, con sus énfasis introvertidos y sentimentales, se está infiltrando en nuestras iglesias a pasos forzados y parece que la mayoría de los pastores ni siquiera se dan cuenta.

Pero lo más trágico es ver cómo una congregación de creyentes bien intencionados y que me consta aman al Señor puede caer con tanta ceguera en las trampas contra las cuales el apóstol nos advierte implícitamente en este texto. Porque, cantando aseveraciones que no tienen fundamento en la palabra de Dios, están proclamando errores; dejándose llevar por la melodía y el ritmo de una música bonita, ponen en tela de juicio las motivaciones por las cuales están participando en el culto; y, prometiendo cosas que no son ciertas ni siquiera en su propia experiencia, están practicando el engaño y, lo que es peor, el auto-engaño y enseñando a sus propios hijos a hacer lo mismo.


Adaptado: Burt, D. F. (2002). La Conversión Auténtica

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