LA MISIÓN DE TIMOTEO | 1 Tesalonicenses 3:1-2a | David Burt
LA MISIÓN DE TIMOTEO
1 TESALONICENSES 3:1-2a
Por lo cual, no pudiendo soportarlo más, pensamos que era mejor quedarnos solos en Atenas, y enviamos a Timoteo, nuestro hermano y colaborador de Dios en el evangelio de Cristo, …
LA CAUSA DE LA MISIÓN (v. 1a)
Nuestra primera impresión, al llegar al capítulo 3
de 1 Tesalonicenses, podría ser que el apóstol está introduciendo un nuevo
tema: la visita que Timoteo acaba de hacer a Tesalónica (3:1–5) y la alegría del equipo misionero a causa de las buenas noticias traídas
por él en su regreso a Corinto (3:6–10). Pero el solo hecho de que el capítulo abra con las palabras por lo cual nos avisa de la fuerte
vinculación con el capítulo anterior: no se trata de un cambio de tema, sino de
una continuación de la misma línea de pensamiento. Lo que Pablo acaba de
exponer en el capítulo 2 son las causas que producen los efectos descritos
en el 3.
De hecho, la relación entre los dos capítulos tiene muchas facetas:
- Los une el tema del amor fraternal. En el capítulo 2, Pablo ha expresado su amor para con los tesalonicenses (por ejemplo, en el versículo 8); en el 3 describe cómo ha demostrado aquel amor prescindiendo abnegadamente del compañerismo para que los tesalonicenses puedan ser cuidados y atendidos (3:1–2).
- Los une el tema de la ansiedad. En el capítulo 2 ha expresado la añoranza que los misioneros sentían por los tesalonicenses y su preocupación a causa de sus padecimientos (2:14–17)1; estos sentimientos también dan origen a la misión de Timoteo (3:1–5) y se convierten en gozo y alivio cuando éste vuelve trayendo buenas noticias (3:6–10).
- Los une el tema del sufrimiento. En el capítulo 2, las aflicciones de los tesalonicenses son constatadas (2:14–16); en el 3, Pablo explica que son inevitables (3:3–4).
- Los une el tema de la oposición satánica. En el capítulo 2, Pablo ha explicado que su ausencia de Tesalónica se debe a los impedimentos de Satanás (2:18); ahora explica que Timoteo fue enviado en su lugar (3:1–2).
Por tanto, el capítulo 3
lleva adelante el argumento del 2:
en realidad, el apóstol sigue defendiéndose ante las calumnias de sus
adversarios, sigue explicando sus acciones y sus motivaciones, sigue exponiendo
su amor y su preocupación por los tesalonicenses y, con todo ello, sigue
revelándonos su corazón de pastor2.
Nada más abordar el capítulo, sin embargo, tenemos que plantearnos algunas
preguntas que tienen que ver con la cronología de los eventos narrados y que
son de difícil resolución. Difícil, es decir, no porque atenten contra la
historicidad del texto, sino porque sencillamente no disponemos de suficiente
información como para contestarlas con toda seguridad. Se pueden resumir de la
manera siguiente:
1. ¿Estuvo
Timoteo en Atenas con Pablo? El texto de la epístola da la impresión de que sí,
pero el texto de Hechos no dice nada al respecto.
2. ¿Cómo
debemos entender el nosotros de los
versículos 1 a 4?
¿Se trata de una referencia a todo el equipo misionero, o de un uso del «plural
retórico» mediante el cual el apóstol se refiere a sí mismo?
3. ¿Cuál,
pues, es la cronología de los movimientos de los misioneros desde su expulsión
de Tesalónica hasta su reunión en Corinto?
Ya hemos abordado estas preguntas3,
así que no necesitamos dedicarles mucho tiempo (como lo hacen muchos
comentaristas4), sino sólo refrescar nuestra memoria.
El Libro de Hechos no pretende contarnos absolutamente todo lo que ocurrió
en los viajes misioneros de Pablo. Su selección de datos corresponde a la
finalidad espiritual con la que Lucas emprendió su narración. Así pues, no
menciona el viaje de Timoteo a Tesalónica; ni siquiera nos dice cuánto tiempo
duró la estancia de Pablo en Atenas5. Los que cuestionan la reunión en la
ciudad de los tres misioneros dan por sentado que la estancia fue muy breve.
Parecen olvidarse del hecho de que Pablo había dado instrucciones a Timoteo y a
Silas para que se dirigieran allí para encontrarse con él (Hechos 17:15), lo cual sugiere que no habría abandonado Atenas hasta su llegada. Lo más
probable, a nuestro parecer, es que esa reunión efectivamente tuviera lugar6,
pero que fuera un encuentro breve y que Timoteo y Silas salieran para Macedonia
casi enseguida7, dejando solo a Pablo.
Si éste no fue el caso, desde luego tendríamos que suponer que el nosotros tiene carácter retórico y se
refiere sólo a Pablo8. Pero, dado que no hay ninguna razón
de peso para poner en entredicho la reunión de los tres misioneros en Atenas,
tampoco la hay para pensar que el nosotros
no tiene el mismo valor plural del resto de la epístola9. Se refiere, sin
duda, a Pablo y a Silas, y parcialmente a Timoteo10.
Supondremos, pues, que el movimiento de los
misioneros fue aproximadamente el siguiente:
¾ Después
de salir de Tesalónica, Pablo y Silas procedieron de noche hasta Berea (Hechos 17:10). No sabemos si Timoteo fue con ellos en aquel momento o si se trasladó
más adelante, pero en cualquier caso estuvo con ellos en Berea (Hechos 17:14)11.
¾ Pablo
fue expulsado de Berea a instancias de los judíos. Se dirigió a Atenas, dejando
atrás a Silas y a Timoteo. Sin embargo, dio instrucciones para que se reunieran
con él cuanto antes en Grecia (Hechos 17:15). Antes de la llegada de sus compañeros (Hechos 17:16), Pablo predicó su famoso sermón en el Areópago (Hechos 17:18–34).
¾ Al
reunirse los tres misioneros en Atenas, hablaron juntos acerca de la situación
precaria de las iglesias de Macedonia, amenazadas por la persecución y sujetas
a las calumnias de los adversarios. Puesto que Pablo era el principal objeto de
la animosidad de los judíos, decidieron que los otros dos volvieran a visitar
las iglesias: Silas se ocuparía (posiblemente) de Filipos12
y Timoteo de Tesalónica.
¾ Algún
tiempo después de la marcha de sus compañeros, Pablo abandonó Atenas y se
dirigió a Corinto (Hechos 18:1), donde permaneció al menos un año y
medio (Hechos 18:11).
¾ En
algún momento de la estancia de Pablo en Corinto, Silas y Timoteo volvieron de
Macedonia (Hechos 18:5) trayendo consigo buenas noticias acerca de las
iglesias. Fue entonces cuando escribieron esta epístola.
Sin embargo, esta reconstrucción de la cronología
es de poca importancia en comparación con las explicaciones personales y
espirituales que el apóstol da a sus lectores. La causa que dio origen al viaje
de Timoteo a Tesalónica —les dice— fue la insoportable ansiedad provocada por
la separación: los misioneros no podían
aguantar más la angustia de no saber de primera mano cómo progresaba la
iglesia. Su fuerte deseo de recibir noticias fidedignas acerca de sus amados
hijos espirituales crecía con el paso del tiempo (2:17) hasta llegar a un extremo tal de preocupación que decidieron finalmente
correr el riesgo y enviar a Timoteo para informarse acerca de ellos (3:5).
En estos versículos, como en el capítulo 2,
el lenguaje sigue siendo fuerte y emotivo. Su gran ansiedad les llevó a no
poder soportar —es decir tolerar, sufrir, aguantar o resistir— la angustia (cf. 1 Corintios 9:12; 13:7). Lo que les mueve no es una mera curiosidad superficial, ni tampoco el
deseo de mantener su propia autoridad y ascendencia sobre los tesalonicenses,
sino una genuina preocupación que conmovía sus entrañas y les causaba
sufrimiento.
EL PRECIO DE LA MISIÓN (v. 1b)
La grandeza de su ansiedad puede medirse por el
precio que estaban dispuestos a pagar para solucionarla, precio implícito en el
lenguaje de la segunda mitad del versículo.
El verbo griego traducido en nuestra versión por medio de la frase pensamos que era mejor indica una
determinación o decisión tomada, pero tomada en prejuicio propio por amor de
los otros. Es un cognado del sustantivo traducido frecuentemente como buena voluntad o beneplácito (cf. Efesios 1:5, 9; Filipenses 1:15; 2:13; 2 Tesalonicenses 1:11). Es decir, significa que los misioneros tuvieron a bien enviar a Timoteo aun
cuando, por interés personal, habrían deseado retenerle con ellos. Tan fuerte y
genuino fue su amor hacia los tesalonicenses y tan grande su preocupación por
ellos que, en comparación, la pérdida de la compañía de Timoteo fue sólo un mal
menor. Aunque iba a echar mucho de menos a Timoteo, sobre todo porque (es de
suponer) Silas también se ausentaba, Pablo tuvo a bien quedarse solo. Fue deseo
suyo enviarle. Se trata del mismo énfasis y la misma abnegación que ya hemos
visto en el 2:8: Nos hemos complacido en impartirnos … nuestras
propias vidas, pues llegasteis a sernos muy amados.
El mismo lenguaje entrañable prosigue en la frase siguiente: quedarnos solos. Literalmente, el verbo quedarnos tiene la fuerza de ser abandonados o ser dejados huérfanos (cf. 2:17: separados de vosotros). Es el
verbo que la Septuaginta emplea en Génesis 42:38 para describir la desolación de Jacob ante la supuesta muerte de José.
Vuelve a aparecer en Marcos 12:19 en el contexto de una mujer que enviuda
al ser «abandonada» por su marido. En Efesios 5:31 se emplea con referencia al novio que «abandona» a sus padres para unirse
a su mujer. En todos estos casos, vemos que no se trata de un «quedarse»
cualquiera, sino de una separación desgarradora. Unido a la palabra solos, este verbo sugiere la inmensa
desolación experimentada por Pablo cuando sus dos amigos se marcharon13.
El apóstol sintió vivamente la soledad de ser privado de aquella comunión
que ayuda a soportar las tensiones de la obra. Al ver alejarse a Timoteo, acusó
no sólo la pérdida de su amigo y compañero amado, sino la zozobra de
encontrarse solo en medio del ambiente hostil de Atenas. A Pablo no le resultó
nada fácil quedarse en la ciudad. Tenía un ambiente que le provocaba no sólo
indignación (Hechos 17:16), sino también un malestar general14.
La alta cultura y sofisticación de la ciudad, la arrogancia intelectual de sus
ciudadanos, el cinismo, el sarcasmo y la burla de la gente ante la proclamación
del evangelio, todo conspiraba para hacer que el apóstol deseara abandonar la
ciudad o, si debía quedarse, para que pudiera trabajar allí en la grata
compañía y comunión de sus amigos. Ya sabía lo que era estar a solas allí.
Durante aquellas primeras semanas, antes de la llegada de sus compañeros, había
sido objeto del escarnio de los filósofos. ¡Qué alivio había sido para él
disfrutar de la comunión fraternal al volver a encontrarse en equipo! ¡Lástima
que la reunión hubiera durado tan poco! Ahora tenía que volver a casa oprimido
por el peso de la soledad. Sí, aun los
ministros del evangelio se sienten en ocasiones deprimidos y solos15.
Pablo sabía muy bien que, para que avanzara la obra en Macedonia, la marcha
de Timoteo era necesaria. Por tanto, estaba dispuesto a prescindir de él con
espíritu abnegado. Pero los tesalonicenses debían ser conscientes de lo que le
había costado. Cuando Timoteo partió para Tesalónica, Pablo se sintió
abandonado, desolado y desamparado. La compañía de Timoteo había sido una
fuente de gran consuelo, alivio y apoyo anímico para el apóstol. Tuvo que
quedarse en la ciudad aun a sabiendas de que debía afrontar a solas la fuerte
oposición dialéctica de los eruditos y filósofos y la opresión espiritual de la
idolatría. Los recién convertidos aún eran demasiado jóvenes en la fe como para
poder comprender las luchas del apóstol. No tenía a nadie con quien compartir
la carga. Acusaba una gran sensación de soledad.
Y debían ser conscientes de ello, porque los calumniadores le habían
acusado de indiferencia y egoísmo. Como ya hemos sugerido, estas palabras del
apóstol, aunque vivamente sentidas y totalmente genuinas, quizás nunca hubieran
sido escritas si no hubiera sido por su necesidad de defenderse ante los
adversarios del evangelio. Con ellas, el apóstol quiere demostrar que, lejos de
haber descuidado y abandonado a los tesalonicenses, los ha llevado siempre en
el corazón. Lejos de quedar indiferente ante sus necesidades espirituales, ha
estado dispuesto a prescindir de su mejor ayuda personal por amor a ellos. El
envío de Timoteo significaba una pérdida y un sacrificio por su parte que sólo
se explica en razón del mucho amor que tenía a los creyentes de Tesalónica.
Pablo ha sacrificado sus propios intereses (cf. 2:8). Ha pensado más en ellos que en sí mismo.
EL ENCARGADO DE LA MISIÓN (v. 2a)
El alto precio que Pablo tuvo que pagar al
quedarse solo en Atenas se ve en la gran valía del compañero de cuya presencia
tuvo que privarse, valía que está reflejada en las palabras con las que Pablo
ahora procede a describirle.
Evidentemente, Pablo tenía a Timoteo en gran estima. Le llama en primer
lugar nuestro hermano (cf. 2 Corintios 1:1; Colosenses 1:1), frase que significa algo más que compañero cristiano y apunta hacia el
entrañable parentesco espiritual que debe existir entre todos los miembros de
la familia de Dios y que claramente existía entre Pablo y sus compañeros de
ministerio. Pablo amaba a Timoteo como un hermano mayor ama a su hermano
pequeño. Sentía hacia él la estrecha vinculación afectiva que se forja entre
dos fieles siervos del Señor cuando han pasado juntos por momentos difíciles de
testimonio y persecución.
La frase siguiente de la descripción de Timoteo ofrece grandes dificultades
textuales (aunque, en todo caso, refleja la gran estima del apóstol). En los
manuscritos antiguos, nos encontramos con nada menos que cinco variantes: siervo de Dios, colaborador de Dios,
colaborador a secas, ministro y
colaborador en Dios, y ministro de
Dios y colaborador nuestro16. Los comentaristas de hoy
suponen que las tres últimas frases representan un intento tardío de
reconciliar las variantes antiguas o de dar un sentido convencional a la
sorprendente frase colaborador de Dios17.
Así pues, en la actualidad solemos encontrar en las versiones una de las dos
primeras lecturas:
¾ La
primera corresponde a la palabra griega diakonon
y significa siervo (o ministro) de Dios18.
En sus inicios, esta palabra se aplicaba a los que servían a la mesa, o sea, a los camareros. De allí su uso se
extendió a cualquiera que presta servicio humilde en favor de los demás. En el
Nuevo Testamento, llegó a adquirir un significado casi técnico referido a
aquellos miembros de la iglesia nombrados para encargarse de alguna diaconía
(por ejemplo, en Filipenses 1:1 o en 1 Timoteo 3:8, 12). Aquí retiene su significado convencional:
alguien que presta servicio (cf. 1 Timoteo 4:6).
¾ La
segunda lectura procede de la palabra griega synergon y significa colaborador
de Dios. Es preferida por la gran mayoría de versiones y comentaristas
actuales19, y eso por dos razones principales: (1) por la calidad de
los manuscritos que lo atestiguan; y (2) a causa de las posibilidades de
transcripción: es más probable que un copista modificara una frase poco usual y
un tanto chocante (colaborador de Dios)
poniendo en su lugar una frase convencional (ministro de Dios) que al revés. Además, sabemos
por 1 Corintios 3:9 y 2 Corintios 6:1 que esta frase formaba parte del lenguaje habitual del apóstol. Nos
inclinamos a pensar, por lo tanto, que ésta fue la frase redactada por Pablo.
Se trata de un título de gran dignidad. El hecho
de que el Señor de la gloria haya tenido a bien servirse de la colaboración de
hombres débiles en la edificación de su iglesia es evidencia de la inmensa
condescendencia de Dios; pero también lo es del alto llamamiento y suma
dignidad de sus siervos. Mejor ser un humilde portero en la casa de Dios que
gozar del lujo de los palacios de este mundo (Salmo 84:10). El menor de los ayudantes de albañil en la edificación del templo de
Dios ostenta un cargo más sublime que el del arquitecto más prestigioso de este
siglo. No es ni más ni menos que un colaborador de Dios. Como Timoteo, colabora
con Dios porque Dios es el iniciador y principal autor de la obra, el
arquitecto y constructor de la casa (Hebreos 11:10):
Quizás
Pablo diera a Timoteo esta descripción exaltada porque deseaba mostrar que al
enviarle había enviado a un representante dotado y cualificado; de otra manera,
habríamos esperado que dijera: «hermano nuestro y colaborador nuestro»; fue un atrevimiento decir que
era colaborador de Dios20.
Que sepamos, ésta fue la primera vez que Timoteo
tuvo que asumir a solas una misión pastoral de esta envergadura. Era el novato
del equipo, un principiante cuyas calificaciones para la tarea podrían muy bien
haber sido cuestionadas por algunos de los tesalonicenses, especialmente por
cualquiera que estuviese bajo la influencia de los calumniadores. A solas tenía
que penetrar en una ciudad dominada por los enemigos del evangelio con el fin
de fortalecer y consolar a los creyentes. Tenía que hacerlo aun sin saber cómo
sería recibido por los creyentes. ¿Y si todos o casi todos habían abandonado la
fe? Sin duda fue con temor y temblor como llegó Timoteo a Tesalónica. Pero
Pablo no vacila en otorgarle títulos de alta dignidad. Ha visto en él
evidencias fidedignas de su entrega a la causa de Cristo. Está persuadido de
que, a pesar de su juventud e inexperiencia, Timoteo sabe desempeñar con
fidelidad su cometido.
La esfera en la cual Timoteo ejerce su servicio o colaboración es el evangelio de Cristo. Éste es el depósito
que Dios ha puesto en sus manos para que lo administre con fidelidad (2 Timoteo 1:14; 4:2).
El evangelio ha sido llamado evangelio
de Dios en el 2:2 (porque Dios es su origen) y nuestro evangelio en 1:5 (porque los misioneros son sus portavoces). Ahora Pablo lo llama evangelio de Cristo porque Cristo es su
tema central; su contenido fundamental es su obra redentora y regeneradora21.
Éste es el hombre de cuyos servicios Pablo está prescindiendo. No es un don
nadie, alguien mediocre que hace las veces del apóstol; es un hermano amado y
un fiel colaborador de Dios. Pero, a pesar de la alta estima que Pablo sentía
hacia él, nunca antepondrá sus propias necesidades de afecto y compañerismo a
las necesidades del evangelio. Aunque se le parta el corazón, se separará de su
joven amigo por amor a los tesalonicenses.
Adaptado: Burt, D. F. (2002). La Conversión Auténtica