ACCIÓN DE GRACIAS E INTERCESIÓN | 1 Tesalonicenses 1:2 | David Burt
ACCIÓN DE GRACIAS E INTERCESIÓN
“Siempre damos gracias a Dios por todos vosotros, haciendo mención de vosotros en nuestras oraciones;…” (1Ts.1:2)
Acción de gracias
Después de la oración implícita de la salutación, el apóstol procede a describir sus oraciones explícitas a favor de los tesalonicenses. Una de las características de las epístolas de Pablo es que casi siempre empiezan con una expresión de gratitud a Dios por los lectores1. Incluso cuando tiene que decirles cosas fuertes y difíciles, se detiene previamente para meditar en las cosas positivas que ve en ellos y para convertirlas en acción de gracias al Señor.
Esto de por sí es aleccionador. Muchas veces, aunque quizás motivados por las mejores intenciones, nos limitamos a interceder por otros sin dar gracias por ellos. Nos preocupan tanto sus necesidades o sus deficiencias (o el daño que nos han causado personalmente) que no tenemos ojos para ver las grandes obras que Dios ha realizado ya en sus vidas. Desgraciadamente, esta forma de orar puede cultivar en nosotros una actitud negativa que quizás acabe lesionando nuestra comunión con ellos. Si nos limitamos a la intercesión sin recordar la acción de gracias, nos concentraremos en las carencias y debilidades de nuestros hermanos a expensas de sus cualidades positivas. Finalmente, nuestras oraciones podrán convertirse en un santo chismorreo en el que los calumniamos y los criticamos delante de Dios. Así acabamos teniendo una visión muy deformada acerca de nuestros hermanos.
Recuperemos e imitemos, pues, la práctica de Pablo. Tomemos la determinación de no exponer ante el Señor los defectos de nadie sin antes contemplar sus virtudes y darle gracias por ellas. Para Pablo, la acción de gracias era tan importante que volverá a enfatizarla al final de la epístola (5:18). Debe serlo también para nosotros.
Tomemos buena nota igualmente de la extensión de la gratitud del apóstol: da gracias siempre y por todos. Su acción de gracias no abraza sólo a algunos de los tesalonicenses —los líderes, por ejemplo, o los que se habían convertido durante su estancia en la ciudad—, sino que se hace extensiva a todos. Cada uno tiene su importancia en el corazón de Dios (v. 4) y, por lo tanto, debe tener cabida también en el sincero afecto de su siervo. Nadie sobra. Nadie debe sentirse excluido o inferior.
Al decir que dan siempre gracias a Dios, no es necesario pensar que los misioneros nunca oraban sin nombrar explícitamente a cada uno de los tesalonicenses, sino que los recordaban con mucha frecuencia. La acción de gracias fue constante, no esporádica2.
Intercesión
Esta misma idea acerca de la frecuencia de la oración es reforzada en la segunda mitad del versículo (haciendo mención de vosotros en nuestras oraciones), porque debe ir acompañada probablemente por la frase sin cesar que, en muchas versiones, aparece en el versículo siguiente3. En realidad, el sentido de los versículos es el mismo, ya se entienda que sin cesar califica el «haciendo mención» del versículo 2, o el «teniendo presente» del 3; pero la primera interpretación parece preferible, porque hace que el versículo 2 se componga de dos frases elegantemente simétricas que pueden ser traducidas literalmente de la manera siguiente:
Siempre damos gracias a Dios acerca de todos vosotros,
haciendo mención en nuestras oraciones sin cesar4.
Sin embargo, la importancia de estas frases no estriba en su elegancia literaria, sino en el reto que representan para nuestra vida de oración. Nosotros no tenemos un ministerio apostólico como Pablo y muy pocos hemos sido llamados a salir como misioneros como Silas y Timoteo. Como consecuencia, quizás no sintamos la misma carga que ellos en cuanto a las iglesias de Dios. Pero, de hecho, sí tenemos la misma obligación que ellos de solidarizarnos con nuestros hermanos y de sostener la obra de Dios por medio de nuestras oraciones. Pensemos, pues, en aquellas iglesias que nos son cercanas y preguntémonos:
- ¿Con qué frecuencia hago mención de ellas en mis oraciones?
- Al hacerlo, ¿recuerdo a todos los miembros, o sólo a aquellos que me son afines?
- Y, al nombrarlos, ¿qué espacio doy a la acción de gracias por ellos?
El ejemplo de Pablo, Silas y Timoteo sugiere que ellos dedicaban el tiempo necesario para repasar la lista de miembros de la iglesia de Tesalónica, nombrándolos uno por uno y dando gracias al Señor por cada uno de ellos. La consecuencia es una fuerte vinculación afectiva profundamente sentida con respecto a toda la iglesia. ¡Ojalá esto fuera cierto de nosotros!
Adaptado: Burt, D. F. (2002). La Conversión Auténtica: (pp. 69–72)
