TEOLOGÍA I: EL DIOS PERSONAL | JAMES LEO GARRET
EL DIOS PERSONAL
Habiendo tratado la existencia de Dios y sus nombres, debemos preguntar ahora si Dios puede ser descrito correctamente como una “persona” y de qué manera puede decirse que Dios “está presente”; luego nos plantearemos la pregunta acerca de los atributos o las cualidades que son propios de Dios como tal.
A. ¿ES BÍBLICO? NO ES UN TERMINO BÍBLICO, PERO SI UNA IDEA BÍBLICA
1. El lenguaje de la Biblia
Los términos “persona” y “personal” no aparecen en el Antiguo y el Nuevo Testamentos, como lo confirma un corto vistazo a una concordancia bíblica. La Biblia sí habla del “Dios viviente”. Sin embargo, muchos pensadores cristianos contemporáneos están convencidos de que estos términos en su uso moderno significan algo básico para la concepción bíblica de Dios: que Dios, quien se distingue de los seres humanos, de la naturaleza y del universo, puede ser captado por medio de la analogía de la individualidad del ser humano.
El problema es semejante al que estaba ligado a la expresión homoousios durante el siglo IV, cuando los opositores de la posición nicena sostuvieron que éste no era un término bíblico y que por lo tanto no necesitaba ser aceptado por sus contemporáneos cristianos. Los defensores de la teología de Nicea respondieron arguyendo que el término concordaba con la verdad bíblica acerca de la relación del Hijo de Dios con Dios Padre.
2. La naturaleza de la afirmación
John Macquarrie ha insistido que: "el adjetivo “personal” se refiere a Dios simbólica y no literalmente… Por cierto podemos afirmar que Dios no es menos que personal, y que la diversidad-en-unidad dinámica de la vida personal nos proporciona el mejor símbolo del misterio de Dios. Pero no comprende este misterio exhaustivamente."
Según John Kenneth Mozley (1883–1946), “una de las grandes desventajas de hablar de Dios como una persona” es que “sugiere que Dios pertenece a una clase, aunque sea el más excelente de esa clase”. “Sería mucho mejor decir que Dios es la persona.”
3. El desafío apologético
El uso de los términos “persona” y “personal” referidos a Dios se ha tornado deseable y quizá necesario dadas las consideraciones apologéticas de la edad moderna. Específicamente, la negación de los aspectos personales de Dios por parte del panteísmo idealista y de la filosofía del proceso, juntamente con la popularidad de estas filosofías, ha tenido como consecuencia que los cristianos se apoyen cada vez más en los términos “persona” y “personal”. Retomaremos el tema del desafío apologético en otra parte de este capítulo.
4. Evidencia veterotestamentaria de que Dios es personal
A. C. Knudson identificó y propuso tres pruebas principales tomadas del Antiguo Testamento para demostrar que el Dios de Israel era entendido de modo —por decirlo en términos modernos— personal. Una de las pruebas es el nombre del Dios del pacto, Yahvé. Otra la posición libre y soberana de Yahvé en su relación tanto con la naturaleza como con la historia. La fe de Israel era distinta a la religión de Canaán, que se orientaba al culto de la fertilidad y a las estaciones, pero también a la religión griega con su visión cíclica de la historia. Yahvé era el Señor de la naturaleza y de la historia. La tercera prueba veterotestamentaria de que Dios es personal es el uso reiterado y deliberado de antropomorfismos, es decir, la representación de Dios en forma humana.
Adrio König (1936–), en un estudio bastante completo sobre los antropomorfismos bíblicos, propone clarificarlos en tres subcategorías. En primer lugar, están los antropomorfismos físicos. Se habla del rostro de Dios, los ojos de Dios, el oído de Dios, la boca de Dios, la nariz de Dios, los labios y la lengua de Dios, los brazos de Dios, las manos de Dios, los pies de Dios, el corazón de Dios, y la voz de Dios. En segundo lugar, están los antropomorfismos psicológicos. Se dice que Dios ama, se arrepiente, no se complace en algo, se ríe, se alegra o regocija, es celoso, se le enciende el furor, odia, siente misericordia y compasión. En tercer lugar, están los antropomorfismos de acción. Según el Antiguo Testamento, Dios ve, escucha, habla, silba, descansa y reposa, desciende, huele, camina o se pasea y se sienta sobre su trono. Tanto dentro como fuera del pensamiento bíblico han existido objeciones a los antropomorfismos. Xenofón (c. 430 a. de J.C.-después de 355 a. de J.C.) se opuso a los antropomorfismos aplicados a los dioses y las diosas de Grecia. Filón de Alejandría tenía dificultades en aceptar el uso de los antropomorfismos en el Antiguo Testamento. Algunos Padres de la iglesia se oponían al uso de los antropomorfismos porque pensaban que violaban la inmutabilidad divina. König ha defendido el uso bíblico: “Los antropomorfismos en la Biblia se usan intencionalmente para hablar apropiadamente acerca de Dios, en contraposición a lo que ocurre con los vecinos de Israel.” A los cristianos modernos les resulta fácil conectar esa intencionalidad bíblica con la personalidad de Dios.
5. Evidencia neotestamentaria de que Dios es personal
Al menos tres tipos de evidencia pueden citarse aquí. En primer lugar, la enseñanza de Jesús acerca de Dios estaba repleta de nombres divinos personales y analógicos, como por ejemplo “Padre”, “Pastor” y “Señor”. En segundo lugar, la comunión personal de Jesús con Dios Padre y sus oraciones al Padre sugieren un Dios personal. Sin duda éste es el caso en la oración de Jesús por sus discípulos (Juan 17) y quizá también en su oración modelo (Mat. 6:9–13; Luc. 11:2–4). En tercer lugar, la experiencia apostólica con Dios apunta a los términos modernos “persona” y “personal”. De especial importancia en este sentido son la referencia en el sermón de Pedro al “Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres” (Hech. 3:13), la descripción de Pablo en Atenas del Creador que da vida a todos (Hech. 17:24, 25), la afirmación de Pablo acerca de “la luz para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en el rostro de Cristo” (2 Cor. 4:6) y la referencia petrina al amor por y la gozosa confianza en el Cristo invisible ya ascendido (1 Ped. 1:8).
B. EL DIOS PERSONAL: LA TAREA APOLOGÉTICA
Ya nos hemos referido al impacto del panteísmo idealista y de la filosofía del proceso sobre el uso cristiano de términos tales como “persona” o “personal” referidos a Dios, que hace que tales expresiones sean deseables y aun necesarias. La naturaleza de la interacción cristiana con estas corrientes necesita ser clarificada.
1. El panteísmo idealista: Spinoza, Schelling y Hegel
a. Baruch Spinoza
Spinoza, judío excomulgado y filósofo, enseñó que Dios es: un ser absolutamente infinito, esto es, substancia que consiste en atributos infinitos, de los cuales cada uno expresa la esencialidad eterna e infinita… Dios es la única substancia, y la substancia se identifica con Dios… Dios es la causa inmanente del universo pero no su creador… Asimismo, no hay una verdadera distinción metafísica entre Dios y el universo.
b. Friedrich Wilhelm Joseph von Schelling (1775–1854)
Como profesor de filosofía en varias universidades alemanas, influenciado por la filosofía de J. G. Fichte, Schelling “no diferenciaba totalmente entre el sujeto y el objeto, entre el ego y el no-ego”. Tanto el sujeto como el objeto se combinan en el Absoluto. “No existe la realidad en los seres individuales”, pues “son meramente modos del Absoluto”.
c. Georg Wilhelm Friedrich Hegel
Hegel, también profesor de filosofía en diversas universidades alemanas, desarrolló el concepto del Absoluto. El Absoluto no es la cosa-en-sí; no es una fuerza trascendente ni tampoco un ego subjetivo. El Absoluto es el proceso del mundo en sí,… caracterizado… por la actividad. El Absoluto representa un proceso que… alcanza una expresión completa en la filosofía hegeliana.
No se trata del Dios del teísmo.
El Absoluto no está parado más allá de la historia humana, ni tampoco cambia las leyes de la historia. Así tenemos en Hegel un proceso racional del mundo, que él denominó la Idea Absoluta. Hegel sirvió de puente entre el idealismo alemán y la posterior filosofía angloamericana del proceso.
2. La filosofía del proceso: Whitehead y Hartshorne
a. Alfred North Whitehead
Whitehead, matemático inglés y profesor de filosofía de la Universidad de Harvard (EE. UU. de A.), fue el padre de la filosofía moderna del proceso. Rechazó la doctrina hebreo-cristiana de la creación divina en pro de la idea griega del proceso. Este proceso avanza permanentemente y es en sí la realidad. El ser humano, como co-creador, participa en la divinidad y así llega a la inmortalidad general. Whitehead evitaba los antropomorfismos pero le atribuyó a Dios el conocimiento o la conciencia, la capacidad de relacionarse, de comunicarse, de influenciar y ser influenciado, la libertad de elección dentro de la consistencia y el tener una intención o un propósito.
b. Charles Hartshorne
Hartshorne, profesor de filosofía de la Universidad de Texas en Austin (EE. UU. de A.), desarrolló el término “bipolar” para describir conceptualmente a Dios en su “ser” (being) y en su “llegar a ser” (becoming), enfatizando especialmente este último.
En una evaluación crítica de la filosofía del proceso, Eric C. Rust ha llegado a la conclusión de que el sistema de Whitehead es un “panteísmo velado de corte spinozístico” y que Hartshorne, quien intenta evitar tanto el teísmo como el panteísmo clásicos, ha llegado finalmente al “panenteísmo”.
La moderna afirmación cristiana de que Dios es “personal” está diseñada aunque sea en parte para ser una respuesta apologética a las tendencias panteístas de la filosofía occidental moderna.
C. EL DIOS PERSONAL: ESENCIAL PARA LA PERSONALIDAD DE LOS SERES HUMANOS
Por lo menos a partir de la época de Juan Calvino y posiblemente ya de antes, los pensadores cristianos han visto la personalidad humana como un derivado de la personalidad de Dios. En el comienzo de sus Institutio Religionis Christianae (1559), Calvino afirma:
Nuestra sabiduría… consiste casi enteramente de dos partes: el conocimiento de Dios y de nosotros mismos. Pero puesto que ambos están conectados con muchos vínculos, no es fácil determinar cuál de los dos es el primero, el que engendra al otro. Pues, en primer lugar, nadie puede examinarse sin dirigir inmediatamente sus pensamientos hacia el Dios en quien vive y se mueve… Toda persona, por tanto, al llegar al conocimiento de sí, no solamente es urgida a buscar a Dios, sino que también va dirigida como de la mano hacia él.
Por otro lado, es evidente que la persona nunca alcanza un verdadero conocimiento de sí sin haber contemplado previamente el rostro de Dios y descendido, después de tal contemplación, a mirarse. Francis A. Schaeffer ha tratado este tema en el contexto de la segunda mitad del siglo XX, con un propósito más apologético:
O bien todo tiene un comienzo personal o lo que queda es que lo impersonal expela por casualidad fuera de la secuencia del tiempo. El que la segunda alternativa pueda estar velada por palabras con otra connotación no cambia este hecho. Las palabras que usa el panteísmo oriental; las nuevas palabras teológicas tales como el “fundamento del ser” de Tillich; el cambio en el enfoque secular de la masa a la energía y de allí al movimiento; todos terminan en la ecuación: lo impersonal más el tiempo más la casualidad. Si ésta realmente es la única respuesta a la personalidad humana, entonces la personalidad no es otra cosa que una ilusión, una especie de chiste enfermo que no puede ser suavizado por ningún malabarismo semántico. Solamente algún tipo de salto místico nos permite aceptar que la personalidad provenga de lo impersonal.
Este es el nudo del asunto; o bien… la creación por el Dios personal, o el maldito ruido ensordecedor de John Cage. Así, la naturaleza personal de los seres humanos depende enteramente de la personalidad de Dios.
Millard Erickson ha delineado algunas de las consecuencias para los cristianos modernos de la personalidad de Dios. La relación del cristiano con Dios “tiene una dimensión de calidez y empatía”, pues “Dios no es una oficina o un ministerio; no es una máquina o una computadora que automáticamente suple las necesidades de la gente”. Por otra parte, es una relación recíproca. “Dios ha de ser tratado como un ser, no como un objeto o una fuerza” y por lo tanto “no puede ser usado o manipulado”. Finalmente, “Dios es un fin en sí mismo, no un medio para llegar a otro fin” y así “lo hemos de valorar por lo que es en sí mismo, no meramente por lo que hace”.
D. EL DIOS PERSONAL: DISTINTO A LAS “PERSONAS” DE LA TRINIDAD
Todas las afirmaciones acerca del carácter personal de Dios, que parecen ser necesarias para poder distinguir la concepción cristiana de Dios de las filosofías panteístas y del proceso, deben ser cuidadosamente diferenciadas del uso histórico del término “persona” (en latín persona; en griego hupóstasis) como palabra trinitaria para hablar del Padre, Hijo y Espíritu Santo. Este último uso se remonta a una palabra latina que denotaba la máscara utilizada por los actores de teatro. Aparentemente, tal como se lo aplicó originalmente al Padre, Hijo y Espíritu Santo en el siglo III, el término no representaba —como muchas veces ocurre con la palabra moderna “persona”— un ser totalmente individualizado.
En lo referido a la doctrina cristiana de la Trinidad, el vocablo “persona” expresa la diferenciación esencial dentro de la divinidad. En lo que se refiere a la doctrina cristiana de Dios en el contexto de las filosofías modernas, los vocablos “persona” y “personal” apuntan al ser de Dios entendido de algún modo análogamente a los seres humanos, pues también éstos son individuos que se diferencian de los otros seres, de la naturaleza y de la historia. Estos dos significados de las expresiones deben quedar claros y tomarse siempre en cuenta.