CONSOLACIÓN Y ALIVIO | 1 Tesalonicenses 3:7-8| David Burt
CONSOLACIÓN Y ALIVIO
1 TESALONICENSES 3:7-8
… por eso, hermanos, en toda nuestra necesidad y aflicción fuimos consolados respecto a vosotros por medio de vuestra fe; porque ahora sí que vivimos, si vosotros estáis firmes en el Señor.
EL ALIENTO (v. 7)
El tono entusiasta del versículo 6
va en aumento en los versículos 7 y
8. Las buenas
noticias traídas por Timoteo producen en el apóstol una alegría tan inmensa
que por poco le abruman: se siente primero consolado y alentado (v. 7)
y luego como si hubiera vuelto a la vida con las fuerzas renovadas después de
una larga pesadilla (v. 8).
Al comenzar a describir la impresión que causó en los misioneros el informe
de Timoteo, Pablo vuelve a llamar hermanos
a los tesalonicenses. Esta vez, además de comunicarles el gran amor fraternal
que les tiene, la palabra sugiere el entusiasmo añadido de haber acabado de
comprobar la firmeza de su amor hacia él.
El concepto básico de este versículo se encuentra en el verbo fuimos consolados. Nuevamente, se trata
del verbo parakaleö que Pablo acaba
de emplear en el 3:2, y la repetición es sin duda deliberada y, en
todo caso, significativa. Ya hemos dicho con respecto a este verbo que, si bien
incluye la idea de consolar, de hecho
tiene un significado más amplio1. Cubre todo aquello que hace un buen
amigo cuando se coloca a nuestro lado en momentos de dificultad: consejarnos,
animarnos, exhortarnos (como en el 2:3 y 11), alentarnos (como en el 3:2), fortalecernos y, desde luego, consolarnos. Quizás nuestros traductores
optaran por enfatizar el consuelo
porque, en el contexto, Pablo habla de su necesidad
y aflicción. Pero los tesalonicenses también estaban en medio de
aflicciones (3:3) y, sin embargo, en su caso han preferido
enfatizar el aliento (3:2). Lo importante es recordar que el verbo se refiere a todas estas cosas a
la vez: Pablo estaba desanimado, pero a través de las noticias de los
tesalonicenses ha recibido nuevos ánimos; estaba desconsolado, pero ha recibido
consuelo; desalentado, pero le han dado nuevo aliento; debilitado, pero le han
fortalecido. Las noticias procedentes de Tesalónica no solamente le han secado
las lágrimas, sino que han producido en él una radical transformación anímica.
¿Y por qué repite el verbo? La idea parece ser la siguiente. Timoteo había
sido enviado por los misioneros como mensajero suyo para llevar a los
tesalonicenses palabras de aliento y consuelo a fin de fortalecerles en su fe: enviamos a Timoteo … para alentaros respecto
a vuestra fe (3:2). Pero ahora Timoteo ha sido enviado por los
tesalonicenses como mensajero suyo para llevar a los misioneros palabras de
aliento y consuelo a fin de fortalecerlos en su ministerio2: Timoteo ha venido de vosotros a nosotros y
nos ha traído buenas noticias; … por eso … fuimos alentados (3:6–7).
De la frase fuimos
consolados dependen cuatro frases más, las cuales consideraremos una por
una:
1. Por
eso
Aquí descubrimos la causa del consuelo (o aliento) que los misioneros han
recibido. La frase nos remite a lo que Pablo acaba de decir en el versículo 6 y
se refiere a las buenas noticias traídas por Timoteo. La perseverancia de los
tesalonicenses en la fe de Cristo, su amor para con los santos, el gran afecto
que tienen a los misioneros … éstas son las cosas que han traído nuevos ánimos
al equipo3.
2. En
toda nuestra necesidad y aflicción
Aquí, Pablo nos dice cuáles habían sido las causas de su desánimo anterior.
Es obvio que, durante los primeros momentos de su estancia en Corinto, antes de
la llegada de Silas y Timoteo, estaba muy decaído, incluso deprimido. Como ya
hemos tenido ocasión de comentar, parecía que todo su ministerio estaba
fracasando. Encarcelado y torturado en Filipos, expulsado de Tesalónica y
Berea, insultado en Atenas, llegó a Corinto con debilidad, y con temor y mucho
temblor (1 Corintios 2:3) … sólo para descubrir que el antagonismo
de los judíos le seguía también hasta allí (ver Hechos 18:5–17). Pablo habla aquí en términos generales, pero entre otras aflicciones y necesidades que pudo haber tenido en mente se
encuentran … las siguientes: … dudas respecto a la efectividad de la obra en
Tesalónica, preocupaciones acerca de la seguridad de Timoteo, … malas noticias
de Galacia y la tensión física … [de llevar] a cabo un importante ministerio
evangelístico en Corinto4.
De hecho, las palabras necesidad
y aflicción sugieren la idea de opresión, más que la de depresión. Casi son sinónimas. La
palabra traducida como necesidad
puede referirse al apuro económico y a las necesidades materiales; y es posible
que Pablo estuviera pasando por esa clase de privación en aquellos momentos5.
Sin embargo, muchas veces se refiere a la angustia
y calamidad6, a la ansiedad
sofocante7 o a la congoja
y el agobio de espíritu8, mientras que aflicción se refiere a la dificultad
aplastante9. Las dos palabras apuntan hacia aquella fuerte
opresión psicológica que surge dentro de nosotros cuando estamos sujetos a
diversas formas de oposición. La principal diferencia entre ellas estriba en
que la primera habla de las situaciones opresivas en general, ya sean
materiales o morales, mientras que la segunda contempla especialmente la de la
persecución (1:6; 3:3; 2 Tesalonicenses 1:4). En todo caso, son palabras fuertes que
revelan cuál fue el estado anímico del apóstol antes de la llegada de Timoteo.
3. Respecto
a vosotros
De hecho, la preposición griega que introduce esta frase es la misma que en
la frase anterior: epi. Literalmente,
significa sobre, pero hay que juzgar
por el contexto el matiz exacto de su significado en cada caso. Cuando Pablo
dice que fueron consolados con respecto a
nuestra necesidad y aflicción y también con
respecto a vosotros, enseguida entendemos lo que quiere decir: la necesidad
y aflicción han sido la causa por la cual los misioneros necesitan ser
consolados; y los tesalonicenses han sido el origen del consuelo10.
Ha habido, por tanto, un aliento mutuo: los misioneros han animado a los
tesalonicenses, pero también éstos a los misioneros. El ministerio no suele ser
de «sentido único», sino que suele caracterizarse por la reciprocidad (cf. Romanos 1:11–12).
4. Por
medio de vuestra fe
La cuarta frase nos devuelve a la primera. Como ésta, subraya la causa del
consuelo. Por cuarta vez en este capítulo, Pablo menciona la fe de los
tesalonicenses11. Es la noticia de que su fe no sólo ha
perdurado, sino que también se ha difundido (1:8) y ha aumentado grandemente (2 Tesalonicenses 1:3), la que infunde en los misioneros su gran
aliento y renovados ánimos. En otras palabras, las noticias traídas por Timoteo
habían provocado en Pablo los mismos sentimientos que cuando recibió buenas
noticias acerca de los corintios:
Mucha es mi confianza en
vosotros, tengo mucho orgullo de vosotros, lleno estoy de consuelo y
sobreabundo de gozo en toda nuestra aflicción (2 Corintios 7:4).
NUEVAS FUERZAS (v. 8)
Tan grande es el gozo y el alivio que los
misioneros están experimentando, que Pablo puede expresarlo en términos de la
resurrección de su ánimo: ahora sí que
vivimos …12 Es como si acabaran de atravesar un
triste período en el umbral de la muerte, sintiendo su debilidad y su fracaso y
teniendo pocas ganas de seguir viviendo y ministrando. Habían estado enterrados
en la desolación y el desánimo. Pero las noticias llegadas de Tesalónica los
han hecho revivir. Se han levantado del pozo de la desesperación y ahora tienen
nuevas fuerzas y ganas de proseguir con su cometido. Pueden volver a disfrutar de la vida13.
Pueden respirar otra vez. Su alivio es palpable.
Este contraste entre la muerte y la vida, la oscuridad y la luz, el
desaliento y el entusiasmo, el ayer y el hoy, es tan fuerte que no podemos por
menos que sentir la profunda y abrumadora emoción que sacude al apóstol al
escribir estas palabras: Porque ahora sí
que vivimos, si vosotros estáis firmes en el Señor14.
Sin duda, el ahora significa en estos momentos, en contraste con los
momentos anteriores al regreso de Timoteo. Y no debemos pensar que la frase
condicional de la segunda parte del versículo viene a echar dudas sobre la
firmeza de los creyentes o sombras sobre la alegría de los misioneros. Expresa
causalidad más que desconfianza15. Se trata de una condición
que realmente se ha cumplido, no de una que no se sabe si se cumplirá o no. Si
hubiera indicado que el gozo de los apóstoles depende de la futura estabilidad
de los tesalonicenses, Pablo habría empleado un subjuntivo, no un indicativo16.
El si, por tanto, equivale también a
un porque o un mientras: vivimos si estáis
firmes; vivimos porque estáis
firmes; vivimos mientras estáis
firmes. Es decir, la conjunción está a medio camino entre una condición,
una causa y una expresión temporal. Es como si Pablo dijera: vivimos ahora
porque estáis firmes; y seguiremos viviendo siempre que sigáis firmes.
El vosotros es enfático17:
especialmente vosotros. Sugiere que
habría sido motivo de gozo para los misioneros enterarse de la firmeza en la fe
de cualquier grupo de creyentes; pero mucho más en el caso de los
tesalonicenses. Esto no es evidencia de favoritismo o parcialidad por parte del
apóstol, sino de su entusiasmo al ver que el evangelio «funciona» aun en los
centros del paganismo gentil. El mismo poder de Dios que ha sido eficaz para
salvar y sostener a los judíos de Judea (2:14) o a los habitantes de su propia región natal al sur de Turquía, ahora ha
demostrado ser igualmente eficaz para guardar a esta recién nacida comunidad de
creyentes gentiles en medio de la fuerte oposición del enemigo. Y no debemos
olvidar que aquella comunidad se ubicaba en la misma cuna del helenismo, la
fuerza ideológica predominante de la época18. Verdaderamente, el
evangelio es poder de Dios. El Señor ha hecho lo impensable: ha tomado a unos
creyentes neófitos, con toda su debilidad e inmadurez, los ha sometido a
persecución y aflicción, los ha sacado airosos de la prueba y los ha utilizado
para consolar el corazón de sus padres en la fe.
Estar firmes en el Señor significa muchas cosas: seguir confiando
plenamente en Cristo y en su capacidad para salvarnos; no movernos de la fe que
hemos recibido y abrazado (Romanos 11:20; 2 Corintios 1:24; 2 Tesalonicenses 2:15); resistir en momentos de oposición y persecución
(1 Corintios 16:13); aferrarnos a la libertad que tenemos en
Cristo y no desviarnos hacia una religión legalista de reglas y tabúes (Gálatas 5:1); mantener la unidad de la fe (Filipenses 1:27); fundar nuestra vivencia en el señorío y la enseñanza de Cristo,
obedeciendo sus mandamientos y siguiendo su ejemplo; vestir toda la armadura de
la luz para poder soportar los ataques de los poderes de las tinieblas (Efesios 6:10–17; Romanos 13:12); amar al Señor de todo corazón y procurar servirle con todas nuestras
fuerzas; esperar en él para nuestras provisiones; aguardar su pronta venida en
gloria; vivir llenos de gratitud y gozo a causa de nuestra comunión con él.
Seguramente, la firmeza de los tesalonicenses participaba de todas estas
características.
No hay mayor satisfacción para el auténtico siervo del Señor que ver los
frutos de su ministerio. Le resultan indiferentes (o deben resultárselo) los
honores y las compensaciones económicas del ministerio con tal de ver que sus
hijos espirituales están caminando en el sendero de la verdad, la santidad y la
maduración.
Un pastor comprometido con
su comunidad vive con y por ella cuando ella permanece firme en el Señor.
Existe una alimentación de vitalidad mutua entre una iglesia ejemplar y un
ministro ejemplar19.
Mediante la enseñanza fiel y la proclamación
valiente de la palabra viva y eficaz por parte de los misioneros, el Señor
había administrado vida y sanidad a los tesalonicenses. Y, mediante la
perseverancia de éstos, el Señor ahora ha administrado vida y consuelo a sus
siervos. La comunicación de los beneficios espirituales es (o debe ser) una
obra recíproca en la cual todos somos bendecidos y edificados. La vida del
ministro está estrechamente vinculada a la de aquellos entre los cuales ejerce
su ministerio. Su corazón está ligado a su progreso espiritual. Si ellos
flaquean y se apartan, él sufre; si ellos crecen y maduran, se anima y «vive»20.
Esto no significa que no habrá momentos en su ministerio en los que tendrá que mantenerse firme sólo en virtud de la fuerza que Cristo imparte, sin ver ningún fruto ni recibir ningún consuelo humano por sus labores. Puede que tenga que pasar por períodos de crítica y descalificación en los que todo le resultará negro y desalentador. Entonces tendrá que aprender que Cristo y sólo Cristo le basta. Para Pablo también, el vivir era Cristo (Filipenses 1:21; cf. Isaías 38:16) y lo que le sostenía en el ministerio era el deseo de conocerle a él, el poder de su resurrección y la participación en sus padecimientos (Filipenses 3:10). A menudo, tenía que perseverar en la tarea sintiendo el peso del cometido y la preocupación por las iglesias, y sin aliento humano alguno. El gozo de ver crecer a sus hermanos sólo era un factor añadido. Pero ¡cómo disfrutaba de aquel gozo cuando se le presentaba!
Adaptado: Burt, D. F. (2002). La Conversión Auténtica