ANDAR Y AGRADAR A DIOS | 1 Tesalonicenses 4:1 David Burt

 

ANDAR Y AGRADAR A DIOS

1 TESALONICENSES 4:1

  Por lo demás, hermanos, os rogamos, pues, y os exhortamos en el Señor Jesús, que como habéis recibido de nosotros instrucciones acerca de la manera en que debéis andar y agradar a Dios (como de hecho ya andáis), así abundéis en ello más y más.

UNA NUEVA SECCIÓN

Aquí empieza la segunda parte de 1 Tesalonicenses. Aun una lectura somera de este texto (es decir, de los capítulos 4 y 5) revela que consta de cuatro grandes secciones:

 

1.      Instrucciones acerca de la conducta cristiana (4:1–12).

2.      Explicaciones acerca de la venida del Señor: los muertos y los vivos (4:13–18).

3.      Explicaciones acerca de la venida del Señor: los tiempos (5:1–11).

4.      Instrucciones acerca de la conducta cristiana (5:12–24).

 

Enseguida llaman nuestra atención dos cosas. En primer lugar, los dos grandes temas de estas secciones (la ética y la escatología) corresponden a las dos características básicas de la vida del creyente. Pablo nos ha dicho que la conversión auténtica nos proporciona dos razones por las cuales vivir: servir a Dios y esperar de los cielos al Señor Jesucristo (1:9–10). Ahora nos expone temas éticos con el fin de encaminarnos bien en el servicio a Dios; y nos expone temas escatológicos con el fin de avivar nuestra esperanza de cara al retorno del Señor.

En segundo lugar, fijémonos bien en que la segunda parte de la epístola comienza y concluye con secciones dedicadas a la conducta cristiana. Además, una lectura más cuidadosa revela que hay muchos paralelismos entre ellas

    Os rogamos, hermanos (4:1).

    Os rogamos, hermanos (5:12).

     

    Os exhortamos (4:1).

    Os exhortamos (5:14).

 

    Vuestra santificación (4:3).

    Que Dios os santifique (5:23).

 

    Que os abstengáis de inmoralidad sexual (4:3). (5:22).

    Absteneos de toda forma de mal

 

    El Señor es vengador (4:6).

    Que ninguno devuelva a otro mal por mal (5:15).

 

    Dios os da su Espíritu Santo (4:8).

    No apaguéis el Espíritu (5:19).

 

    Amaros unos a otros (4:9).

    Procurad siempre lo bueno los unos para con los otros (5:14).

 

    Llevar una vida tranquila (4:11).

    Vivid en paz los unos con otros (5:13).

 

Así pues, es como si las dos secciones sobre la segunda venida de Cristo formasen una cuña entre dos párrafos de exhortación con respecto a asuntos sobre la vida diaria y la conducta. Esta estructura es de por sí significativa. Sugiere que Pablo ve la buena conducta en esta vida como algo inseparable de nuestra esperanza de cara a la vida venidera. Meditar sobre los eventos del más allá no debe conducirnos jamás a desvincularnos de las realidades de la vida presente. Al contrario, una correcta meditación en aquéllos nos conducirá siempre a vivir vidas actuales más consagradas, más sanas, más justas y más comprometidas con nuestro prójimo.

El apóstol Pablo solía dedicar la segunda parte de sus epístolas a las implicaciones éticas de las enseñanzas impartidas en la primera parte: procede de la doctrina al deber, de lo que Dios ha hecho por nosotros a cómo debemos vivir para él. 1 Tesalonicenses no es ninguna excepción. La primera parte (capítulos 1 a 3) ha concluido, y ahora el apóstol se vuelve de lo personal y biográfico hacia lo práctico y exhortatorio, de lo más inmediato y urgente (la necesidad de defender su propio ministerio ante las calumnias del enemigo, de consolar a los tesalonicenses en sus aflicciones, de expresarles solidaridad pastoral y exhortarles en cuanto a su perseverancia en la fe) hacia lo más importante y trascendente (abordar aquellas cuestiones doctrinales y éticas en torno a las cuales los tesalonicenses dan evidencias de no caminar bien).

Como ya hemos dicho, si la primera parte mira hacia atrás a la visita de los misioneros a Tesalónica, la segunda (capítulos 4 y 5) mira hacia delante a una «visita» mucho más importante: la del Rey mismo, el Señor Jesucristo. A partir de ahora, pues, notaremos no sólo un cambio de temática (la venida futura del Señor, en vez de las visitas pasadas de los misioneros), sino también de tono (moral y exhortatorio, en vez de íntimo y afectuoso) y de enfoque (de lo personal hacia lo universal, de las experiencias del pasado hacia las exigencias del futuro). En vez de dirigirse al Señor en acción de gracias e intercesión, Pablo se dirigirá a los creyentes en exhortación e instrucción.

Sin embargo, no debemos exagerar estos cambios. El apóstol expresará mucho afecto en medio de sus exhortaciones. Y hemos visto ya con respecto a la primera parte que, si bien el grueso de su argumento mira hacia atrás a la estancia misionera en Tesalónica, allí también hay frecuentes referencias a la segunda venida de Cristo. Ahora ocurrirá al revés: el grueso del argumento de la segunda parte versará sobre aspectos de la segunda venida y sus implicaciones morales; pero en medio encontraremos referencias a lo que los tesalonicenses ya sabían gracias a la pasada estancia de los misioneros en la ciudad (4:1–2, 9; 5:1–2).

Supongo que es inevitable que así sea. Nuestra motivación para el buen comportamiento siempre gira en torno a estos dos polos: la instrucción que hemos recibido y el hecho de saber que daremos cuentas al Señor en el día final. Para conducirnos con rectitud necesitamos mirar hacia atrás a la voluntad revelada de Dios, y hacia delante al retorno de Cristo. Pero debemos recordar que las dos miradas persiguen una misma finalidad. Así, en 1 Tesalonicenses, las diferentes perspectivas de las dos partes tienen una misma intención: confirmar a los creyentes en la fe y animarles en el camino de santidad. La unidad de la epístola priva sobre la diversidad que podemos observar en sus distintas secciones.

Tanto es así, que los factores de continuidad entre las dos partes son al menos tan importantes como los factores de contraste. Para poner un solo ejemplo, Pablo acaba de hablar (en el 3:11–13) de la importancia de nuestro crecimiento en amor y santidad de cara al retorno de Cristo. Con esto no ha hecho más que anticipar lo que ahora procede a exponer en el capítulo 4; pues el 4:1–12 versa sobre la santidad y el amor, mientras que el 4:13–18 versa sobre la segunda venida de Cristo.

Así pues, el apóstol comienza la segunda parte de su carta con una serie de exhortaciones en torno a temas que acaba de tratar en la primera parte. Más específicamente, podemos analizar el capítulo 4 de la manera siguiente:

     1.      Exhortación general al estilo de vida que agrada a Dios (4:1).

    2.      Exhortación a la pureza sexual (4:2–8).

    3.      Exhortación al amor fraternal (4:9–10).

    4.      Exhortación a la laboriosidad (4:11–12).

    5.      Exhortación a la esperanza de cara a los creyentes difuntos (4:13–18).

 

LA SOLEMNIDAD DE LA EXHORTACIÓN

Antes de llegar a las instrucciones éticas específicas del 4:2–12, necesitamos detenernos a considerar el versículo preliminar (4:1) en el que Pablo plantea el tema general de nuestra vivencia consecuente como creyentes. Se trata de un ruego encarecido a sus lectores. Examinemos frase por frase la manera en que el apóstol lo introduce, a fin de ver la solemnidad de su exhortación:

Por lo demás, pues …

La palabra griega traducida como por lo demás marca la transición entre las dos partes de la epístola. La encontramos en otras epístolas paulinas empleada con el mismo fin (cf. 2 Tesalonicenses 3:1; Filipenses 3:1), aunque sólo aquí el apóstol la remarca con un pues enfático. Es como si Pablo indicara que aquí deja atrás el propósito más inmediato por el que ha escrito y procede a «otros» asuntos, cuestiones éticas y doctrinales variadas que brotan del informe de Timoteo (y quizás de preguntas planteadas por los propios tesalonicenses).

Si bien el por lo demás indica un cambio de énfasis, el pues sugiere continuidad. Pablo acaba de orar pidiendo que Dios les conduzca a una santidad perfecta; ahora, «pues», les exhorta en el mismo sentido.

 Hermanos

Nuevamente aparece este vocativo afectuoso, repetido a lo largo de la epístola. Aquí, sin duda, sirve para reforzar la introducción de una sección nueva. Pero, sobre todo, se repite porque el apóstol está a punto de emplear un lenguaje vehemente y exigente y de tratar asuntos delicados, y sin duda quiere volver a asegurar a sus lectores su profundo afecto fraternal antes de hablarles la verdad en amor (Efesios 4:15).

Os rogamos y os exhortamos

Las instrucciones morales que el apóstol está a punto de dirigir a los tesalonicenses son sumamente serias. Por tanto, las introduce por medio de dos verbos: rogar y exhortar. El solo hecho de emplear dos, en vez de uno, otorga a sus palabras una especial intensidad. Hay poca diferencia entre ellos en cuanto al fondo de su significado (los dos introducen un requerimiento), pero sí en su forma: el verbo rogar implica que el requerimiento se expresa mediante una pregunta o súplica, mientras que exhortar sugiere una afirmación o un mandato directo. El primero sugiere pedir encarecida y enérgicamente; el segundo, mandar de la misma manera. Es como si el apóstol oscilara entre imponer a los tesalonicenses su autoridad apostólica y postrarse ante ellos como un suplicante. En todo caso, los dos verbos juntos expresan el alto grado de solemnidad y pasión con los que Pablo ahora se dirige a ellos.

En el Señor Jesús

Pablo no les exhorta bajo su propia responsabilidad, sino en nombre de Cristo. La frase en el Señor Jesús es rica en matices y ofrece diferentes interpretaciones posibles:

 —Os exhortamos a los que sois cristianos, que pertenecéis a Cristo y sois uno con él.

 —Os exhortamos en el entrañable amor y dulce persuasión de Cristo.

 —Os exhortamos porque tanto vosotros como nosotros compartimos una misma vida en Cristo y estamos unidos por él en una misma empresa.

 —Os exhortamos, no con criterios propios sino como teniendo la mente de Cristo (1 Corintios 2:16).

 —Os exhortamos inspirados y dirigidos por el Espíritu de Cristo que mora en nosotros.

 —Os exhortamos en torno a temas que tienen que ver con aquel comportamiento que corresponde a los que estamos en Cristo.

Pero, sin duda, por encima de todos esos matices destaca la idea de que la exhortación de Pablo se reviste de la autoridad de Cristo:

—Os exhortamos con la autoridad que Cristo nos concede, en representación suya y en su nombre.

Esta interpretación queda confirmada por dos factores: primero, porque la misma frase se emplea con este énfasis en 2 Tesalonicenses 3:12 (a tales personas les ordenamos y exhortamos en el Señor Jesucristo); y, en segundo lugar, porque, en el texto original, la frase se asocia solamente con el verbo exhortar, no con rogar, dando a entender que Pablo les ruega por su propia cuenta como padre espiritual que los ama, pero les exhorta en nombre de su Señor.

Sea cual fuere el matiz exacto que Pablo tenía en mente, está claro que las instrucciones que vienen a continuación nos Ilegan con el sello de la autoridad de Cristo, además de trasmitirnos la petición apasionada del apóstol. El camino ético que se abre delante de nosotros a partir del momento de nuestra conversión no es una opción que podemos abrazar o rechazar a nuestro antojo, sino un mandato solemne exigido por nuestro Señor. Necesitamos tener claro que los preceptos que encontraremos en el resto de la epístola no son meras sugerencias, sino una clara expresión de la voluntad de Dios para nosotros, de manera que quien los rechaza no rechaza a hombre, sino al Dios que nos da su Espíritu (v. 8).

 

UNA EXHORTACIÓN GENERALIZADA

Como acabamos de decir, la primera de estas instrucciones tiene carácter general, no específico: el apóstol nos dice que debemos «abundar en un estilo de vida que agrade a Dios» (v. 1b). Si queremos saber lo que esto significa, tendremos que meditar en los dos capítulos restantes.

La importancia de esta instrucción general estriba en que nos resultará difícil atender a los preceptos particulares mientras no tengamos claro el principio general que los envuelve. Si no asumimos bien la idea de que a partir de nuestra conversión debemos vivir para llevar a cabo la voluntad de Dios y le en todo (cf. 1:9–10), no aceptaremos de buena gana los pormenores de lo que esa voluntad significa.

El apóstol transmite esta instrucción básica por medio de tres verbos:

Andar

Éste es el verbo preferido del Nuevo Testamento (especialmente en los escritos de Pablo y de Juan) para referirse a la conducta general de una persona. Equivale a vivir, comportarse o conducirse (cf. v. 12). Sin duda, su popularidad se debe a que los primeros creyentes entendían la vida cristiana como un «camino». De hecho, la llamaban el Camino (ver Hechos 9:2; 19:23; 24:22). Y todo el propósito de la vida cristiana a partir de la conversión consistía en avanzar en aquella senda marcada por Cristo, persiguiendo siempre la meta del supremo llamamiento de Dios (Filipenses 3:14). El mundo anda en cierta dirección; el creyente debe ir contra corriente, andando en pos de su Señor.

Agradar

El segundo verbo, agradar, nos explica el primero: la manera en que debéis andar no es otra sino agradando a Dios. La conjunción «y» (andar y agradar) no introduce un nuevo concepto, sino que tiene la fuerza de y así: debéis andar de manera que agradéis al Señor.

De hecho, es posible que exista una relación aun más estrecha entre los conceptos de andar y agradar en la mente del apóstol. En Génesis 5:22, donde leemos que Enoc anduvo con Dios, la Septuaginta reza: Enoc agradó a Dios (cf. Hebreos 11:5). Andar con Dios y agradar a Dios son dos ideas inseparables en las Escrituras.

Si queremos saber, pues, lo que le agrada a Dios, podríamos contestar en palabras del profeta:

    ¿Y qué es lo que demanda el Señor de ti,

    sino sólo practicar la justicia, amar la misericordia,

    y andar humildemente con tu Dios? (Miqueas 6:8).

Mientras Jesucristo caminaba en esta tierra, siempre intentaba complacer al Padre, agradarle en todo y hacer su voluntad (ver, por ejemplo, Juan 4:34; 8:29). No se agradó a sí mismo (Romanos 15:3). No buscó su propia comodidad ni sus propios intereses.

Pablo ya ha dicho que esto es también lo que motivaba a los misioneros en su ministerio en Tesalónica: hablamos, no como agradando a los hombres, sino a Dios (2:4; cf. 2 Corintios 5:9).

Ahora les toca a los tesalonicenses tener el mismo espíritu de abnegación y servicio que han visto en Cristo y en los apóstoles. Los que han sido «apartados» para Dios (como santos, 3:13) deben vivir para él, no para sí mismos. En lo sucesivo, sus vidas deben ser «teocéntricas», no egocéntricas, agradando a Dios en todo (Colosenses 1:10), no como los judíos que Pablo acaba de nombrar y que no agradan a Dios (2:15).

Notemos, sin embargo, lo que ya hemos señalado: que aquí el apóstol no menciona maneras específicas en las que tenemos que agradar a Dios. De momento se limita a dejamos el principio general: andar de manera que agrademos a Dios. Sus palabras tienen el mismo carácter general que encontramos en otras exhortaciones suyas, como en Filipenses 1:27: comportaos de una manera digna del evangelio de Cristo; o en Tito 3:8: ocuparse en buenas obras. Si entendemos bien este principio y si lo abrazamos como la norma básica de nuestra vida, nos resultará más fácil encajar también las instrucciones específicas, porque agradar a Dios es el fundamento sobre el cual se edifica todo el comportamiento ético del cristiano.

Vale la pena meditar un poco más sobre el principio de agradar a Dios como la fuerza motriz de nuestra vivencia cristiana. El solo hecho de plantearnos la pregunta de cómo podemos complacer a Dios en esto y en aquello, nos da orientación en medio de situaciones de confusión ética, aclara nuestras motivaciones y allana nuestro camino. Además, es un principio flexible que puede aplicarse a cualquier dilema y que nos rescatará de la rigidez del fariseísmo cristiano que intenta reducir la moralidad a una lista de prohibiciones y obligaciones. Este principio desvía nuestra mirada de la ley al legislador y nos conduce a una sensibilidad no sólo a la letra, sino también al Espíritu. Nos invita no solamente a obedecer los preceptos de Dios ya establecidos, sino a discernir, desear y buscar la voz de nuestro Pastor (Juan 10:27).

Abundar

Este verbo ya ha aparecido en el 3:12 y volverá a aparecer en el 4:10. En aquellas dos ocasiones está vinculado explícitamente al amor: que abundéis en amor fraternal. Éste es el uso normal del verbo: no suele aparecer sin mención de aquella cualidad en la que se abunda. Pero en el 4:1 no hay tal mención. El apóstol se limita a decir: así abundéis más y más. ¿Abundar en qué? Aunque el objeto no es explicitado, creo que el contexto hace que la respuesta sea clara: abundar en aquella clase de vivencia que agrada a Dios Nuevamente, la exhortación es genérica.

  

PASADO, PRESENTE Y FUTURO DE LA VIDA MORAL DE LOS TESALONICENSES

Esta exhortación general no les llegaba a los tesalonicenses como algo nuevo. Ya la habían escuchado de labios del apóstol cuando estuvo con ellos en Tesalónica. Recibieron instrucciones acerca de cómo debían vivir.

En realidad, este versículo describe el pasado, el presente y el futuro de aquellas instrucciones:

1. En el pasado las recibieron

El verbo recibir, que ya hemos visto en el 2:13, suele referirse en las Escrituras a la transmisión fiel del depósito de la fe (por ejemplo, cf. 1 Corintios 15:3). Es una palabra formal que casi viene a significar: en ellas fuisteis adoctrinados. La idea es que los misioneros no habían sido negligentes en cuanto a su responsabilidad pastoral, sino que, además de proclamarles el evangelio, habían enseñado fielmente a los creyentes acerca de sus obligaciones morales.

Ahora, pues, el apóstol no está a punto de impartirles alguna novedad, sino de confirmarles en lo que han sabido desde el principio. Gran parte del ministerio docente de la iglesia consiste en repetir lo ya sabido. Y es así porque una cosa es conocer una doctrina en teoría, y otra diferente es vivirla en la práctica. A causa de nuestra torpeza y lentitud en el aprendizaje, hay que volver vez tras vez a lo mismo.

Y lo que les había enseñado fueron instrucciones acerca de la manera en que debéis andar y agradar a Dios. La palabra instrucciones no aparece en el texto griego, pero se sobrentiende. En cambio, la palabra debéis es fuerte y vigorosa y confirma lo que ya hemos dicho: que la vida de santidad y justicia no es opcional para el creyente, sino obligatoria:

Cuando alguien es salvo en virtud de la obra de Cristo, el servicio a Dios no se le presenta como un asunto opcional que él puede elegir o no. Ha sido comprado por precio (1 Corintios 6:20). Se ha convertido en esclavo de Cristo. El servicio cristiano no es un «plus adicional» para aquellos a los que «les gusta esta clase de cosas». Es una obligación perentoria que pesa sobre todos los redimidos.

2. En el presente las llevan a cabo

Pablo sabe que los creyentes necesitamos el estímulo de constantes exhortaciones para seguir adelante en el camino. Sabe que somos propensos a la apatía y al desánimo. Por tanto, debe exhortar una y otra vez a sus lectores. Pero, a la vez, no quiere que se tomen a mal sus palabras. No deben ver en ellas una crítica implícita de su conducta. No está acusándoles de no haber atendido a sus instrucciones, sino reconociendo una debilidad común a todo ser humano. Por eso añade la frase: como de hecho ya andáis. Volverá a añadir frases similares a lo largo de estos capítulos (cf. 4:10; 5:11).

El informe traído por Timoteo ha sido muy positivo y alentador. Pablo ya ha expresado su enorme satisfacción y alegría al saber de la constancia de los tesalonicenses (3:8), de su fe, amor y continuado afecto (3:6). Ahora les alaba también por su fidelidad en seguir las instrucciones recibidas.

3. En el futuro deben abundar más y más en ellas

Sin embargo, la vida cristiana es de crecimiento continuo, de avance sin parar. Nunca debemos pensar que ya hemos llegado. Siempre hay posibilidad de mejorar. Nunca podemos descansar en los logros del pasado. Siempre debemos proseguir a la meta. Si estamos ya dando fruto para Dios, siempre cabe la posibilidad de dar más fruto (Juan 15:2).

Por eso, aun regocijándose en la fidelidad presente de los tesalonicenses, Pablo les exhorta a que perseveren y abunden. No ir a más es volver atrás.

Aquí se nos presenta una paradoja: crecer en la vida cristiana es abundar en obediencia a las instrucciones de la ley de Cristo; adquirir mayor madurez es sujetarnos más a la voluntad de Dios. Como acabamos de ver, es someternos cada vez más como esclavos de Cristo. Sin embargo, cuanto más esclavos suyos somos, tanto más experimentamos la auténtica libertad de los hijos de Dios (Juan 8:36; Romanos 8:21; Gálatas 5:1, 13). Abundar en la vida de obediencia es adentrarnos en la «vida abundante» que él nos promete (Juan 10:10).

Adaptado: Burt, D. F. (2002). La Conversión Auténtica



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