CON RESPECTO A LOS TIEMPOS Y A LAS ÉPOCAS | 1 Tesalonicenses 5:1-2 | David Burt

  

CON RESPECTO A LOS TIEMPOS Y A LAS ÉPOCAS

1 TESALONICENSES 5:1-2

    Ahora bien, hermanos, con respecto a los tiempos y a las épocas, no tenéis necesidad de que se os escriba nada. Pues vosotros mismos sabéis perfectamente que el día del Señor vendrá así como un ladrón en la noche; …

PREPARADOS PARA EL DÍA DEL SEÑOR

En su primer párrafo dedicado a temas escatológicos (4:13–18), Pablo ha tratado la cuestión de lo que ocurrirá en el día final con los que han muerto en Cristo. Ahora, en el segundo párrafo (5:1–11), recuerda a sus lectores que la venida del Señor será repentina e inesperada, por lo cual deben estar siempre alertas y cumplir fielmente sus deberes y responsabilidades:

Dos problemas distintos han fascinado y aturdido siempre la mente humana … El primero tiene que ver con lo que ocurre después de la muerte. ¿Dónde están nuestros seres queridos? ¿Volveremos a verlos? El segundo tiene que ver con el fin del mundo. ¿Tendremos que dar cuentas? Y, de ser así, ¿cómo podemos prepararnos para ello? El primero es el problema de la pérdida de seres queridos y tiene que ver con otros que han fallecido. El segundo es el problema del juicio y tiene que ver también con nosotros.

Evidentemente, los tesalonicenses entendían bien que el retorno del Señor Jesucristo señalaría el comienzo del juicio universal, en el cual todo ser humano tendrá que dar cuentas de sí ante su Creador. Naturalmente, les preocupaba la cuestión de cómo estar preparados para el «gran examen» del día final. Ahora bien, cualquier estudiante te dirá que, para estar preparado para un examen, lo primero que necesitas saber es su fecha exacta. Sólo entonces puedes organizar bien tu plan de estudios y calcular las horas que necesitas dedicar a cada asignatura a fin de estar en plena forma cuando llegue el momento de la prueba. Si es cierto que la meta cristiana es ser perfecto en santidad cuando vuelva el Señor (3:13), a los tesalonicenses les interesaba saber de cuánto tiempo disponían para crecer en santidad y desarrollar todas las virtudes de Cristo. Este asunto siempre ha ocupado la mente de los creyentes (cf. Mateo 24:3; Marcos 13:3–4; Hechos 1:6). Por supuesto, es posible que la idea inconfesable detrás de este interés sea la de muchos estudiantes: dedicar el mínimo esfuerzo ahora con la esperanza de poder «empollar» lo suficiente en los días inmediatamente anteriores al examen. Pero, puesto que no hay nada en el texto que sugiera que los tesalonicenses tenían una mentalidad tan mezquina, les daremos un margen de confianza y supondremos que su interés era solamente positivo: sencillamente, querían enterarse de la fecha a fin de estar adecuadamente preparados3.

La respuesta de Pablo es contundente. No nos preparamos para el juicio conociendo las fechas, sino estando siempre preparados y vigilantes. Por muy lógico que nos parezca intentar averiguar cuándo se llevará a cabo el examen final y de cuánto tiempo disponemos para prepararnos para él, el hecho es que sólo el principal Examinador sabe la fecha. Ni siquiera el Hijo la sabe, sino sólo el Padre (Marcos 13:32). No es cuestión, pues, de elaborar un plan de santidad progresiva de acuerdo con el tiempo disponible, sino de vivir en santidad ahora mismo y cada día.

La enseñanza bíblica acerca del retorno de Cristo tiene como primera finalidad proporcionarnos consuelo (4:18). Pero también debe estimularnos a la sobriedad (5:6–8) y a la vigilancia. Incide no sólo en lo que debemos sentir, sino también en cómo debemos vivir, para que, cuando el Señor venga, nos encuentre ocupados en sus asuntos (Mateo 24:45–51). Por tanto, los tesalonicenses deben consolarse con respecto a sus seres queridos fallecidos; pero deben estar alertas y vigilantes en cuanto a sí mismos.

TIEMPOS Y ÉPOCAS (v. 1)

Pablo, pues, va a abordar el tema de los tiempos y las épocas. Pero ¿a qué se refiere exactamente al emplear estas palabras? Aquí los comentaristas proponen respuestas muy diversas, determinadas en gran medida por su propio calendario de los eventos finales. Por tanto nos ofrecen respuestas radicalmente divergentes entre sí: se refiere a los acontecimientos que tendrán lugar en el mundo después del arrebatamiento de la iglesia; se refiere a los períodos de tiempo y a la naturaleza exacta de las épocas que van a preceder a la venida de Cristo. Otros ofrecen respuestas un tanto peregrinas: se refiere en primer lugar al plan de Dios para Israel.

La frase en sí corresponde exactamente a las palabras empleadas por Jesús en su respuesta a la pregunta de los discípulos acerca del momento de la restauración del reino de Israel: No os corresponde a vosotros saber los tiempos ni las épocas que el Padre ha fijado con su propia autoridad (Hechos 1:7). Parece ser, pues, una frase empleada para cubrir todo el programa de los eventos futuros desde la Ascensión hasta el fin del mundo.

Sin embargo, en el contexto de Tesalonicenses hacemos bien en aplicarla explícitamente al «día del Señor». Al menos, éste es el sentido que el propio apóstol le otorga, porque sigue hablando inmediatamente de aquel día y no de ningún otro evento venidero o programa de eventos. El uso del plural (tiempos y épocas) puede significar (como quieren algunos) que los eventos finales ocurrirán en diferentes momentos y ocuparán diferentes épocas; pero no necesariamente. También puede significar sólo que Pablo está hablando en términos generales acerca del cuándo y cómo de la venida del Señor.

Los dos vocablos significan tiempos. Pero mientras que el primero (cronoi) se refiere a un período de tiempo, el tiempo en que algo ocurre, el segundo (kairoi) se refiere a un punto en el tiempo que marca una oportunidad o una crisis. El primero indica el aspecto cronológico del tiempo; el segundo, su aspecto cualitativo (un tiempo puede distinguirse de otro por ciertas cualidades o características). En este contexto, cronoi llama nuestra atención a los momentos exactos en los que ocurrirán las últimas cosas; y kairoi nos habla de la naturaleza característica de cada momento o etapa.

Pero, como acabamos de decir, el contexto también sugiere que el apóstol sólo contempla aquí el día del Señor, no todo el calendario de las últimas cosas. La clase de pregunta en la que está pensando es: ¿en qué momento exacto volverá Cristo? ¿Hasta cuándo tendrán los creyentes que esperar su venida? ¿Y cuál es el momento oportuno en el que podemos esperar su regreso?

LA REVELACIÓN NECESARIA Y LA INNECESARIA (v. 1)

¿Por qué dice Pablo que, con respecto a estos temas, no necesita escribir nada? ¿Es porque ya les ha explicado ampliamente las cosas a los lectores (cf. 2 Tesalonicenses 2:5)? ¿O es porque no hay nada que explicar?

Parece ser que ambas cosas son ciertas a la vez. Está a punto de afirmar: vosotros mismos sabéis perfectamente … Si conocen bien la verdad acerca de los tiempos, se debe presuntamente a que los misioneros se lo han explicado. Pero luego resulta que lo que conocen bien es el hecho de que los tiempos están velados. Nadie sabe aquel día y hora (Mateo 24:36) y, por tanto, no nos corresponde a nosotros conocerlos (Hechos 1:7). Así pues, a los tesalonicenses se les ha dicho que no hay nada que enseñar al respecto.

Dios ha tenido a bien no revelar nada acerca de los tiempos de la venida de Cristo, excepto que ésta puede tener lugar en cualquier momento y de hecho será cuando menos la esperemos.

En torno a algunos aspectos de las últimas cosas, la ignorancia es peligrosa. Conduce a la confusión y a una desesperación equivocada (4:13). Pero, en torno a otros aspectos, la ignorancia no sólo es inevitable, sino necesaria y saludable. En cuanto a los tiempos y las épocas, el peligro reside no en la ignorancia, sino en el conocimiento; pues, si supiéramos la fecha de la venida del Señor, seguramente diríamos: Tiempo habrá para prepararnos. Aun sin conocerla, los que piensan que saben identificar las señales de su venida tienden a obsesionarse con el tema a expensas de otras prioridades de la revelación divina, como algunos de los tesalonicenses que, como hemos visto, la suponían tan cercana que no creían necesario trabajar. Nos conviene no conocerla para mantenernos alertas y «en forma».

COMO LADRÓN EN LA NOCHE (v. 2)

El vosotros mismos que abre el versículo 2 es enfático e introduce el lado positivo de lo que Pablo acaba de decir: vosotros no tenéis necesidad de información porque ya sabéis que … Asimismo, la palabra perfectamente refuerza el énfasis. Los tesalonicenses no tienen excusa si discuten inútilmente entre sí en cuanto al momento del retorno del Señor. Ellos, antes que nadie, disponen de toda la información disponible al respecto14. Saben que el Señor volverá en el momento menos esperado (Mateo 24:44). Podría ser hoy; podría ser dentro de miles de años. Puesto que es posible que tarde, no deben dejar sus empleos ni abandonar su responsabilidad cívica (4:11–12); pero, puesto que es posible que vuelva inmediatamente, deben estar siempre en vigilancia.

¿Cómo tienen este conocimiento? En primer lugar, a través de la enseñanza de los propios misioneros durante su estancia en Tesalónica. Pero Pablo dice explícitamente que lo que saben es que el Señor vendrá como ladrón en la noche, palabras que se hacen eco de la enseñanza de Jesús:

Si el dueño de la casa hubiera sabido a qué hora de la noche iba a venir el ladrón, hubiera estado alerta y no hubiera permitido que entrara en su casa. Por eso, también vosotros estad preparados, porque a la hora que no pensáis vendrá el Hijo del Hombre (Mateo 24:43–44; cf. Lucas 12:39–40).

Por tanto, es del todo posible que los creyentes dispusieran de alguna colección de dichos del Señor Jesucristo y que fuera a ésta a la que el apóstol hace referencia. Podemos suponer que, desde los tiempos más tempranos de la historia de la Iglesia, empezarían a circular recopilaciones de las enseñanzas de Jesús y también que los misioneros intentarían proporcionar copias de estos textos a todas las iglesias fundadas por ellos. Es posible, pues, que Pablo quiera decir que no necesita enseñarles nada al respecto porque ya tienen las palabras del propio Jesús.

En todo caso, parece ser que la frase como ladrón en la noche entró pronto en el lenguaje de la Iglesia primitiva para describir la repentina venida del Señor. Además de encontrarse en los textos evangélicos ya citados y en nuestro versículo de Tesalonicenses, es citada también por Pedro:

El Señor no se tarda en cumplir su promesa, según algunos entienden la tardanza, sino que … el día del Señor vendrá como ladrón (2 Pedro 3:9–10).

Y también aparece en Apocalipsis en labios de Cristo:

Vendré como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré a ti (Apocalipsis 3:3; cf. 16:15).

El símil del ladrón indica, por supuesto, el carácter totalmente inesperado y súbito de la venida del Señor.

El ladrón toma al dueño de la casa por sorpresa. No le envía una carta de advertencia al respecto … Se presenta en forma repentina e inesperada.

El robo suele pillarnos desprevenidos. Al enterarnos de lo que ha pasado, reaccionamos con extrañeza y aturdimiento. No lo podemos creer. Nos sentimos abrumados, impotentes. Luego vienen las autorecriminaciones. Sólo con que hubiéramos tomado mayores medidas de seguridad, si no hubiéramos estado ausentes en aquel preciso momento, si hubiéramos tenido una póliza de seguros mejor …

Así ocurrirá en el día del Señor. Primero vendrá el tremendo impacto de la sorpresa. Luego, la sensación de impotencia. Después, los remordimientos y las lamentaciones: sólo con que hubiéramos dedicado mayor atención a la Palabra de Dios, sólo con que hubiéramos abrazado el evangelio, si hubiéramos servido al Señor con mayor fidelidad, si no hubiéramos malgastado la vida en placeres efímeros y bienes transitorios …

EL DÍA DEL SEÑOR (v. 2)

El día del Señor es un concepto que se remonta a los profetas del Antiguo Testamento. Posiblemente fuera Amós, en el siglo VIII a.C., el primero en emplear la frase en sus escritos, pero la emplea como si fuera un concepto ya corriente en el pensamiento hebreo:

¡Ay de los que ansian el día del Señor! ¿De qué os servirá el día del Señor? Será tinieblas, y no luz, como cuando uno huye de un león y se encuentra con un oso, o va a casa, apoya la mano en la pared, y lo muerde una culebra. ¿No será tinieblas el día del Señor, y no luz, y oscuridad sin resplandor? (Amós 5:18–20).

A partir de aquel momento, el concepto del día del Señor llegó a aparecer con frecuencia en los escritos profétices. Se trata inicialmente de cualquier intervención especial de Dios en la historia humana, sobre todo sus intervenciones punitivas contra Israel o contra las naciones. Pero todos los «días del Señor« de la antigüedad no son más que un pequeño anticipo del gran día del Señor por antonomasia: el día de su intervención suprema en el juicio final que pondrá fin a la historia.

Gemid, porque cerca está el día del Señor; vendrá como destrucción del Todopoderoso … He aquí, el día del Señor viene, cruel, con furia y ardiente ira, para convertir en desolación la tierra y exterminar de ella a sus pecadores (Isaías 13:6, 9; cf. 2:12).

Así dice el Señor Dios: Gemid: «¡Ay de aquel día!» Porque cerca está el día, sí, está cerca el día del Señor; día de nubarrones, la hora de las naciones. La espada vendrá sobre Egipto y habrá angustia en Etiopía … (Ezequiel 30:2–4).

¡Ay de ese día! Porque está cerca el día del Señor, y vendrá como destrucción del Todopoderoso … Tocad trompeta en Sion, y sonad alarma en mi santo monte. Tiemblen todos los habitantes de la tierra, porque viene el día del Señor, porque está cercano … El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día del Señor, grande y temible (Joel 1:15; 2:1, 31; cf. Malaquías 4:5).

Cercano está el gran día del Señor, cercano y muy próximo. El clamor del día del Señor es amargo; allí gritará el guerrero. Día de ira aquel día, día de congoja y de angustia, día de destrucción y desolación, día de tinieblas y lobreguez, día nublado y de densa oscuridad, día de trompeta y grito de guerra … Traeré angustia sobre los hombres, y andarán como ciegos, porque han pecado contra el Señor; su sangre será derramada como polvo, y su carne como estiércol. Ni su plata ni su oro podrán librarlos en el día de la ira del Señor, cuando por el fuego de su celo toda la tierra sea consumida; porque él hará una destrucción total y terrible de todos los habitantes de la tierra (Sofonías 1:14–18).

El concepto del día del Señor abarca, pues, tanto la parusía (la intervención definitiva del Señor en la segunda venida de Cristo) como el juicio final. Se trata del día en que él mismo vendrá para juzgar el mundo, poner fin a las injusticias humanas y destruir a los impíos.

Al repasar estas profecías, nos llama inmediatamente la atención la presencia en ellas de muchos de los elementos que encontramos en los textos de Pablo sobre la parusía (4:16–18) y sobre el día del Señor (5:1–3): por un lado, el grito, la voz de mando, la trompeta, las nubes; por otro, la destrucción, el juicio y el carácter repentino e inesperado de aquel día. Esto de por sí nos hace pensar que no debemos perder de vista la esencial unidad de estos eventos. La parusía y el día del juicio son contemplados por Pablo como una sola gran acción en la cual se cumplirá lo dicho por los profetas. En aquel día, cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí mismo (Romanos 14:12). Para la mayoría será un día de terror y lamentación. O, como Pablo dice en el versículo 3, de destrucción repentina. No es otro que el día de juicio (2 Pedro 2:9) o el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios (Romanos 2:5).

Sólo en contadas ocasiones pudieron los profetas vislumbrar en medio de la destrucción una nota de salvación:

Se acerca el día del Señor sobre todas las naciones. Como tú has hecho, te será hecho; tus acciones recaerán sobre tu cabeza … Entonces la casa de Jacob será un fuego, y la casa de José una llama … Pero en el monte de Sion quedará un remanente, y será lugar santo (Abdías 15, 18, 17; cf. Sofonías 3:14–20).

El día del castigo de los impíos será el día de la vindicación de los justos (2 Tesalonicenses 1:6–7). Además de ser día de juicio, será día de redención y bendición. Los justos recibirán su galardón y los injustos su castigo. El pueblo de Dios será vindicado y sus enemigos serán destruidos.

Antes de dejar el versículo 2 hay dos pequeños detalles del texto original que necesitan ser aclarados. En primer lugar, el hecho de que ni día ni Señor llevan artículo en el texto griego sugiere que en tiempos de Pablo la frase se empleaba como sustantivo propio o término técnico para referirse al juicio final. Casi es sinónimo, pues, de día de juicio (ver 2 Pedro 2:9).

En segundo lugar, el texto original no emplea el tiempo futuro, sino el presente: el día del Señor viene así como un ladrón en la noche. La importancia de esto reside en que sugiere que, en la mente de Dios, ya ha salido la orden de juicio, el día del Señor ya viene de camino y aparecerá con toda prontitud.


Adaptado: Burt, D. F. (2002). La Conversión Auténtica

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