CONSUELO Y EDIFICACIÓN FRATERNAL | 1 Tesalonicenses 5:11 | David Burt


CONSUELO Y EDIFICACIÓN FRATERNAL

1 TESALONICENSES 5:11

 Por tanto, alentaos los unos a los otros, y deificaos el uno al otro, tal como lo estáis haciendo.

PABLO «REDONDEA» SU SECCIÓN ESCATOLÓGICA

Ya hemos visto, al comentar el versículo 10, que el apóstol concluye esta sección escatológica de su epístola (4:13–5:11) volviendo al lenguaje del comienzo. Los tesalonicenses están llorando a sus muertos, preguntándose qué será de ellos cuando Cristo vuelva en gloria. Pablo contesta a sus dudas en el 4:13–18. Luego se dirige a la cuestión de cómo debemos vivir para estar preparados para aquel día (5:1–8). Y ahora, al concluir la sección, vuelve a exhortarles empleando términos parecidos a los que empleó en el capítulo 4. Notemos bien los paralelismos:

—En el 4:13–18 ha dividido a los creyentes en dos grupos: los que duermen y los que viven; ahora, en el 5:10, hace lo mismo hablando de los que están despiertos y los que están dormidos.

—En el 4:17 ha indicado que todos los creyentes, tantos los vivos como los difuntos, tienen un destino común: estar con el Señor siempre; ahora, en el 5:10, señala el mismo destino para los dos mismos grupos: vivir juntamente con el Señor.

—En el 4:18 ha concluido la primera mitad de la sección con las palabras por tanto, confortaos unos a otros con estas palabras. Ahora, en el 5:11, emplea palabras similares para concluir la segunda mitad. Tanto la exhortación en sí como la conjunción que la introduce son iguales.

Sin duda, la conjunción —por tanto— mira atrás a toda esta sección (4:13–5:11) y significa: a la luz de todo lo que yo Pablo he expuesto acerca de la parusía y del día del Señor … Si bien es cierto que Pablo no dice explícitamente que los tesalonicenses deben consolarse con estas palabras (como en el 4:18), está claro que el contenido escatológico de esta sección constituye la base de su ministerio consolador. Su admonición mutua debe fundarse sobre las verdades que el apóstol acaba de exponer.

Puesto que Cristo vuelve, puesto que su retorno es vuestra esperanza bienaventurada, puesto que la esperanza de su retorno da fuerza para vivir vidas dignas, puesto que os da seguridad de salvación y de gloria futura, por consiguiente consolaos unos a otros y fortaleceos con la conservación y repetición de estas verdades inspiradoras.

Ante las pruebas y las aflicciones, necesitamos el cariño y la solidaridad de nuestros hermanos. Pero necesitamos aún más el consuelo de la Palabra de Dios, las promesas firmes que pueden llenamos de alivio y de esperanza de gloria en el futuro.

UNA LLAMADA A LA EDIFICACIÓN MUTUA

Así pues, eí apóstol acaba esta sección con una «exhortación a la exhortación». Él mismo acaba de animar y retar a sus lectores a través del consuelo que la parusía (4:13–18) y el día del Señor inspiran. Ahora pide que ellos recojan estas verdades y las empleen en la exhortación mutua: alentaos los unos a los otros, y edifícaos el uno al otro.

O, para ser más exactos, el consuelo que Pablo les ha proporcionado no procede del día del Señor en sí (éste, como ya hemos dicho, puede resultar más terrorífico que consolador), sino del hecho de que el Señor que viene no es otro sino aquel que murió (5:10) y resucitó (4:14) por nosotros. No hay nada que temer para los que están en Cristo. Al contrario, aquel día introduce su plena salvación, la gloriosa realidad de estar siempre con su Salvador (4:17; 5:10).

Ya estamos familiarizados con el primero de los verbos empleados por el apóstol: alentaos (parakaleo). Lo vimos en el 3:2 y el 4:18 y dijimos al respecto que sugiere la idea de colocarnos al lado del hermano para aconsejarle, fortalecerle y consolarle. En este sentido, somos llamados a ser colaboradores del Espíritu Santo, quien es el «Consolador» (parakletos) por antonomasia.

A efectos prácticos, ¿en qué consiste este ministerio de consolación? Pues incluye toda manifestación de solidaridad, compasión y exhortación fraternal. Va desde la sonrisa de simpatía y el abrazo cariñoso hasta un desarrollado ministerio de consejería pastoral o de predicación bíblica (cf. Hebreos 3:13). Sin duda, incluye la enseñanza formal desde el pielpito, pero se centra en la conversación particular y las relaciones de tú a tú. En todo caso, presupone que seamos capaces de salir de nuestro egocentrismo y dedicar tiempo a nuestros hermanos, escuchándoles, llegando a entender sus ansiedades y temores y luego proporcionándoles la exhortación y el consuelo que llegan cuando enfocamos nuestras vidas con la perspectiva del pronto retorno del Señor.

En otras palabras, nuestra capacidad para animarnos mutuamente depende en la práctica de nuestra capacidad para amarnos (lo cual, por cierto, nos devuelve a la exhortación del 4:9–10). El que ama no piensa sólo en sí mismo, sino en los demás. Se coloca a su lado. Desarrolla el arte de ver las cosas desde la perspectiva del otro y de compartir su gozo y sus penas. Todas estas cosas —la compasión, el consuelo, la solidaridad, la exhortación, la edificación, incluso la oportuna reprensión— son manifestaciones prácticas del amor fraternal.

El segundo verbo, edifícaos, se emplea frecuentemente en las Escrituras, tanto en sentido literal (la construcción de un edificio) como en sentido figurado (aquella conversación y aquellas acciones que conducen a que otros sean reforzados y crezcan hasta la madurez y fuerza espiritual, en contraste con toda clase de palabra o acción destructiva o lesiva). Aquí, como en otros muchos lugares de sus epístolas (por ejemplo, Efesios 2:20; 4:29; 5:3–4), Pablo pide que los tesalonicenses practiquen una conversación «edificante» y que ésta se centre en la gloriosa esperanza del retorno de Cristo.

La idea de la «edificación» sugiere también el hecho de que la vida cristiana debe ser un proceso de crecimiento continuo. Es cierto que debemos mantenernos inamovibles en cuanto a nuestro compromiso con el evangelio; pero la inamovilidad no es el estancamiento, sino que quien es fiel a la Palabra crece siempre en ella y madura en su fe. Siempre hay más camino que andar.

Además, el tiempo de los dos imperativos (presente continuo) indica que esto es algo que deben llevar a cabo habitualmente y siempre, hasta la venida del Señor.

Las dos frases que acompañan a los verbos (los unos a los otros y el uno al otro) son completamente diferentes entre sí en el texto griego, aunque tienen esencialmente el mismo significado. Sin duda, varían por razones de elegancia literaria, no porque la diferencia sea especialmente significativa en este contexto. Juntas, ambas frases refuerzan la mutualidad y la reciprocidad de la exhortación fraternal.

Todos sabemos, por amarga experiencia, que el mundo puede ser un lugar árido y hostil. Con mucha facilidad nos hacen daño. Además, la pérdida de un ser querido suele ser una experiencia muy dolorosa. Somos propensos también a sentir temor cuando pensamos en el juicio venidero de Cristo. Todas estas emociones pueden desgarrarnos. Podemos caer en el desánimo o en la depresión. Pero es la intención de Dios que su iglesia sea una comunidad de apoyo mutuo.

Notemos bien que Pablo no dirige sus palabras a los pastores de la iglesia, ni a una élite de consejeros profesionales, sino a toda la congregación. Ciertamente, el buen pastoreo y la eficaz edificación de la iglesia requieren que aquellos hermanos más dotados en estas áreas las ejerzan con especial dedicación y sentido de responsabilidad. Pero «el ministerio de edificación» es siempre una función de todos (Efesios 4:12). No hay ningún miembro del cuerpo que no tenga su parte que desempeñar en la obra de la iglesia (1 Corintios 12:4–27).

TAL COMO LO ESTÁIS HACIENDO

Ya en el 4:10, después de exhortar a los tesalonicenses a que practiquen el amor fraternal, Pablo tuvo que añadir: porque en verdad lo practicáis. Es decir, no quiere que su exhortación se interprete como una palabra de reprensión, sino de buen ánimo. Sus palabras no indican una desaprobación de lo que ya están haciendo, sino un estímulo a que abunden en ello más y más. Ahora, nuevamente, la exhortación a practicar el aliento mutuo no debe interpretarse como señal de desaprobación. La intención del apóstol no es reprenderles por lo que no hacen, sino animarles por lo que ya hacen y alentarles a que abunden en ello más y más. Por eso añade: tal como lo estáis haciendo.

En realidad, si no hubieran practicado el consuelo mutuo, habría sido evidencia de un enorme fracaso espiritual. Como ya hemos tenido ocasión de ver (en torno al 1:3–4 y al 5:8), el amor fraternal es inseparable de una fe verdadera en Cristo; y el consuelo de los hermanos es una expresión básica de nuestro amor fraternal. De no haberse ya alentado y edificado, los tesalonicenses habrían puesto en tela de juicio su autenticidad como «iglesia en Dios» (1:1) y pueblo redimido por Cristo.

Ninguna comunidad puede llamarse cristiana si no se caracteriza por el amor recíproco. Igualmente, sin embargo, ninguna comunidad cristiana es un paraíso de amor tan perfecto que sus miembros no necesiten escuchar la exhortación de Pablo a abundar en ello más y más.


Adaptado: Burt, D. F. (2002). La Conversión Auténtica

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