LA CONVIVENCIA FRATERNAL | 1 Tesalonicenses 5:13b | David Burt


LA CONVIVENCIA FRATERNAL

1 TESALONICENSES 5:13b

Vivid en paz los unos con los otros.

VIVIR EN PAZ

Probablemente, al exhortar a los tesalonicenses a vivir en paz los unos con los otros, Pablo sigue teniendo en mente la misma situación de desprecio del ministerio pastoral a la que se ha estado dirigiendo en las frases anteriores. Así lo entienden muchos comentaristas. En tal caso, la frase significa: Vivid en paz los miembros con los líderes.

Sin embargo, dado que la frase es de orden general, hacemos bien en entender que, si bien se dirige puntualmente al conflicto entre los líderes y los demás, se hace también extensiva a toda clase de relación entre hermanos.

En cuanto a la situación puntual de conflicto con los líderes, podemos decir que allí donde la autoridad de los pastores se resiste o se pone en entredicho o donde la persona de los pastores es despreciada o no apreciada, suele producirse una de dos situaciones: o el pastor dimite y se retira, lo cual pone en entredicho la autenticidad de su vocación, le delata como posible asalariado (cf. Juan 10:12) y no soluciona el problema de fondo, que es el de la mala actitud de los que se oponen; o hace frente a la situación, intenta corregir tiernamente a los que se oponen (2 Timoteo 2:25) y torea lo mejor que puede las agresiones y los disgustos del ministerio. Pero, en ese caso, la congregación, en vez de ser un remanso de paz, se convierte en lugar de tensión y angustia. Ante esta situación, Pablo dice: Vivid en paz los unos con los otros; lo cual pone una obligación moral sobre todos. Si hubiera dicho: Vivid en paz con ellos, toda la responsabilidad habría caído sobre los miembros y no sobre los pastores; pero tanto los unos como los otros deben buscar la paz.

Y lo mismo es cierto allí donde hay roces y conflictos entre los hermanos, ostenten éstos los cargos que ostenten. En Marcos 9:50, Cristo emplea la misma frase (estad en paz los unos con los otros) para reprender a los discípulos en cuanto al espíritu de ambición y rivalidad que les caracterizaba. Aquellos que iban a ser líderes destacados en la iglesia se peleaban entre sí (Marcos 9:33–37). Y, ciertamente, los líderes de la congregación no están exentos de las mismas tentaciones y los mismos pecados que asedian a la congregación en general.

Igualmente, en otros textos Pablo emplea frases similares con una aplicación generalizada dirigida a todas las relaciones de la congregación. A los corintios les dice: Vivid en paz (2 Corintios 13:11; cf. Hebreos 12:14 y Salmo 34:14). A los colosenses: que la paz de Cristo reine en vuestros corazones, a la cual en verdad fuisteis llamados en un solo cuerpo (Colosenses 3:15). Y a los romanos: Si es posible, en cuanto de vosotros dependa, estad en paz con todos los hombres (Romanos 12:18). Esta última cita nos recuerda que nuestra obligación de ser pacificadores y de vivir en paz se extiende más allá de la comunidad de los creyentes para abrazar también nuestra convivencia con todos los hombres. Pero, claramente, en Tesalonicenses, Pablo está contemplando las relaciones en la iglesia.

LA PAZ Y EL FIN DE LOS CONFLICTOS

¿Qué significa vivir en paz? Tiene, en primer lugar, un obvio sentido negativo: vivir en paz es no dar lugar a ninguna clase de conflicto, antagonismo o tensión; o, como dice Pablo a los efesios, es esforzarse por preservar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz (Efesios 4:3).

Este principio no es absoluto. No debe aplicarse en detrimento de otros principios igualmente importantes, incluido el de la «separación» necesaria para la santidad. El evangelio es a la vez integrador y disgregador: une a los verdaderos hijos de Dios en vínculos que no deben romperse nunca; pero hace separación entre éstos y los hijos de las tinieblas. La solución a la falsa doctrina o a la inmoralidad en la vida de la congregación no es el consentimiento en aras de mantener la paz. Hay momentos en los que son necesarios la ruptura y el conflicto. En 2 Tesalonicenses 3:6 y 14–15, Pablo mismo recomendará un grado de desvinculación con respecto a ciertos miembros contenciosos de la congregación. Sin embargo, en condiciones normales y en términos generales, la preocupación del creyente debe ser la paz y la unidad, no el conflicto y la separación. El Nuevo Testamento tiene cosas fuertes que decir contra los contenciosos.

La renuncia al espíritu conflictivo que caracteriza nuestra época y nuestra sociedad trae consigo otras consecuencias. Implica la humildad (Filipenses 2:3) de aceptar la exhortación, reprensión y corrección, pues Pablo acaba de decir que estas cosas son necesarias para nuestra edificación. Implica reconocer que en el cuerpo de Cristo algunos tienen la responsabilidad de guiar a los demás y de gobernar a la congregación. Implica aceptar gozosamente su dirección y someternos a su gobierno.

Significa también que debemos cortar de raíz todo espíritu de facción, partido o rivalidad. No debemos consentir que se hagan comparaciones desagradables entre los «Apolos, Cefas y Pablo» de nuestra generación, sino apreciar los dones y esfuerzos de todos los hermanos. No debemos participar en la murmuración, sino intentar reconducir la conversación por cauces edificantes y, si es necesario, reprender a los murmuradores. Basta con considerar los estragos causados en la iglesia de Corinto por el espíritu de facción (ver 1 Corintios 1:11–12; 3:3–4; 4:6) para entender cómo estas cosas no sólo acaban con la paz, sino que hacen daño a toda la obra de Cristo.

Poner fin a los conflictos significa también tomar medidas para sanear las situaciones de roce en cuanto aparezcan. No permitiremos que se interpongan sombras ni suspicacias en nuestra relación con nuestros hermanos. Enseguida iremos a nuestro hermano para reconciliarnos con él. No permitiremos que crezcan entre nosotros raíces de amargura.

LA PAZ Y LA BÚSQUEDA DEL BIEN DEL OTRO

Sin embargo, aunque en este contexto la nota dominante de las palabras de Pablo recaiga sobre la resolución de tensiones, debemos recordar que en las Escrituras el concepto de paz es altamente positivo y creativo. No consiste sólo en la ausencia de conflictos, sino también en la búsqueda positiva del bienestar de los demás.

 Así que procuremos lo que contribuye a la paz y a la edificación (Romanos 14:19).

¡Qué testimonio más hermoso resulta cuando las relaciones fraternales se caracterizan por la paz en el sentido pleno de la palabra! Cuando el mundo ve que no sólo sabemos resolver nuestras diferencias y nuestros conflictos, sino que buscamos el bienestar el uno del otro con un espíritu de verdadero amor fraternal, entonces tomará buena nota del mensaje del evangelio.

En un mundo de violencia como el que nos ha tocado vivir, la iglesia está llamada a ser un ejemplo para la comunidad. La gente … debe ver en la iglesia una especie de oasis en medio de la violencia … Mientras el mundo habla de reuniones para evitar la violencia y para lograr la paz, la iglesia debe ser el sitio donde se viva y practique la paz que es producto de la justicia.


Adaptado: Burt, D. F. (2002). La Conversión Auténtica 

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