SEÑAS DE IDENTIDAD | 1 Tesalonicenses 1:1 | David Burt

  

SEÑAS DE IDENTIDAD DE UNA CONGREGACIÓN CRISTIANA

“...a la iglesia de los tesalonicensesa en Dios Padre y en el Señor Jesucristo” (1Ts.1:1)

Poco sabemos acerca de la composición humana de la iglesia de Tesalónica, aparte del hecho de que la gran mayoría procedían de la sociedad gentil y sólo unos pocos eran judíos. Es de observar que, de todas las personas asociadas con la iglesia, sólo Segundo (Secundus) tiene nombre latino y nadie tiene nombre hebreo; los demás nombres son griegos.

¿Quiénes fueron los líderes de la congregación? Posiblemente Jasón, aunque no sabemos nada acerca de él aparte de lo ya visto en Hechos 17 (un tal Jasón es mencionado también en Romanos 16:21, pero Jasón era un nombre popular en aquel entonces, por lo cual probablemente no se trate de la misma persona). Con algo más de seguridad podemos proponer a Aristarco y a Segundo, pues llegaron a ser compañeros de viaje del apóstol (Hechos 19:29; 20:4; 27:2; Colosenses 4:10; Filemón 24). Posiblemente también Demas, otro de sus compañeros (cf. Colosenses 4:14; Filemón 24), aunque de triste recuerdo: de hecho, la razón por la que se cree que Demas era tesalonicense estriba en que, al abandonar a Pablo habiendo amado este mundo presente, se fue a Tesalónica (2 Timoteo 4:10).

Pero, si bien es cierto que disponemos de poca información acerca de la organización humana de aquella iglesia, sabemos mucho acerca de sus valores espirituales. Aunque es anticiparnos a lo que veremos en el resto del capítulo 1, quizás valga la pena detenernos a considerar cuáles son las demás características suyas que Pablo está a punto de mencionar, porque tendrían que darse en toda congregación auténticamente cristiana.

La primera y más elemental característica es la que acabamos de ver: la iglesia de Tesalónica es una asamblea convocada por Dios que tiene su razón de ser en Dios, que recibe su vida de Dios y que en todo se centra en Dios. Esto —insisto— es lo más básico. Y, en comparación con la realidad de Dios como centro de la vida de la iglesia, toda consideración acerca de la organización humana es absolutamente secundaria. Si la iglesia no gira en torno a Dios mismo, sencillamente no es una iglesia cristiana, sino una asamblea humana de la cual el Hijo del Hombre ha quitado el candelero (Apocalipsis 1:12–13; 2:5).

Sin embargo, si una iglesia se centra verdaderamente en Dios, tendrá inevitablemente otras inconfundibles señas de identidad como las siguientes:

Confesará tanto a Dios Padre como al Señor Jesucristo (v. 1)

Hasta aquí nos hemos limitado a hablar de la iglesia en Dios. Sin embargo, Pablo es mucho más específico. No se trata de un dios cualquiera, sino del Dios vivo y verdadero (v. 10) al que conocemos igualmente en las personas del Padre y del Señor Jesucristo2.

Es decir, la identidad de la iglesia de Tesalónica se centra por igual en la paternidad de Dios y el señorío de Jesucristo. El hecho de que Pablo los nombre a los dos en una misma frase sugiere que todo lo que hemos visto hasta aquí es cierto de los dos: tanto el Padre como el Hijo son los que convocan la iglesia, cuya actividad, vida, razón de ser y adoración se centran igualmente en ambos.

Dará prominencia a la palabra de Dios

De hecho, la iglesia se compone de personas que han recibido la palabra (v. 6) y que ahora la administran para la salvación de otros: saliendo de vosotros, la palabra del Señor ha resonado … (v. 8). Más adelante, el apóstol abundará en el tema de la palabra de Dios como causa inicial de su conversión y medio actual de su crecimiento y edificación como pueblo de Dios (2:13).

Vivirá de acuerdo con el modelo de vida establecido por Cristo y los apóstoles.

El tema de la imitación es importante en esta epístola (ver 1:6; 2:14). Con Cristo se ha establecido un tipo o modelo cuya impronta es la marca de la autenticidad cristiana. Todo creyente genuino y toda iglesia verdaderamente cristiana se esforzará por andar como él anduvo (1 Juan 2:6).

Se caracterizará por su fe, amor y esperanza (1:3). 

Aunque las virtudes cristianas son muchas, estas tres tienen una relevancia especial y constituyen otras tantas marcas de toda asamblea cristiana auténtica. La iglesia espera ansiosamente el retorno de Jesucristo (1:10) y vive en consecuencia con el reino venidero (2:12; 3:13; 5:23–24). Por lo tanto, sus valores, metas, prioridades, actitudes y acciones son radicalmente distintas de las del mundo.

Vivirá en dependencia de Dios, lo cual se pondrá de manifiesto por su vida de oración. 

Un creyente genuino es alguien acerca del cual se puede decir: He aquí, está orando (Hechos 9:11). Como consecuencia, una verdadera comunidad de creyentes es una asamblea que practica la oración, expresada tanto en acción de gracias (1:2; 2:13; 3:9; 5:18) como en intercesión (1:2; 3:10; 5:17, 25).

Experimentará una intensa comunión fraternal, manifestada en la aceptación y el cuidado mutuos.

Tener a Dios por Padre nos involucra en una nueva relación (y en nuevas obligaciones) para con todos aquellos que comparten su paternidad, los cuales se convierten inevitablemente en nuestros hermanos. Por eso, las exhortaciones al amor fraternal son frecuentes en esta epístola (3:12; 4:10; 5:15), aun cuando al apóstol le constaba que los tesalonicenses ya lo practicaban (4:9–10).

Como contrapartida, los misioneros comprendían que los que no compartían la misma fe eran los de afuera (4:12; cf. Marcos 4:11; Colosenses 4:5); lo cual no debía conducir a actitudes de rechazo (aunque de éstos provinieran las persecuciones), sino que el amor de la comunidad debía hacerse extensivo a ellos (3:12; 5:15). Con todo, aunque los creyentes debemos amar hasta a nuestros enemigos (Mateo 5:44; Romanos 12:17–20), toda iglesia genuina lleva esta marca ineludible: que los miembros se aman con amor fraternal y procuran el bien de todos, especialmente de los de la familia de la fe (Gálatas 6:10).

Practicará una vida santa de pureza e integridad (4:1–12). 

Gran parte de la segunda mitad de la epístola será dedicada a enseñanzas sobre la clase de vida que corresponde a los miembros de una iglesia en Dios. Como ya hemos visto, en la Biblia el concepto de convocación (iglesia) está estrechamente unido al de separación (santidad). Por tanto, aunque siguen viviendo en Tesalónica, los creyentes tesalonicenses no deben participar de los valores morales y las prácticas carnales de sus compatriotas, sino que deben vivir como pueblo redimido, santo, separado para Dios. En contraste con el desenfreno sexual de aquella sociedad, deben practicar la castidad; en contraste con su egocentrismo, el amor fraternal.

Participará fielmente en la gran comisión, llevando el evangelio a los inconversos. 

Toda iglesia fiel a Dios asume la responsabilidad de evangelizar. Y así había ocurrido en Tesalónica (1:8). Sin embargo, es importante recordar que el buen testimonio no consiste sólo en palabras, sino que debe ir acompañado por una vivencia coherente (4:12) que demuestre la eficacia del evangelio para transformar vidas.


Adaptado: Burt, D. F. (2002). La Conversión Auténtica: (pp. 58–61)

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